TEL-AVIV, (ISRAEL).- No hay país que se juegue diariamente su supervivencia nacional como el Estado de Israel. Para defenderse, la nación hebrea se ha visto compelida a construirse un Sistema de Interceptación de Misiles, bautizado con el patronímico Iron Dome (Cúpula de Hierro), solo para proteger su soberanía aérea y territorial y a sus casi ocho millones de habitantes.
Actualmente ninguna nación del planeta enfrenta amenazas tan reales y directas como la representada en el emplazamiento en El Líbano de 150 misiles apuntados hacia Israel, instalados por el grupo Hezbollah apoyado por el presidente Erdogan. No obstante haberse retirado de la Franja de Gaza y desalojado a 9,000 colonos judíos asentados allí, Israel mantiene bloqueado el comercio con la ciudad gobernada por el grupo Hamas, contra el cual acaba de librar una guerra de 75 días saldada con más de dos mil muertos palestinos y 70 israelíes, antes del vigente acuerdo para el cese de fuego.
Israel enfrenta la retórica belicista de los gobiernos de Siria, enzarzado ahora en una guerra civil; Arabia Saudita y Qatar. Irán y su proyecto nuclear representa una amenaza potencial, pero Israel mantiene relaciones con Jordania y Egipto. Protegida por Washington, se lleva mejor con occidente.
Toda esa maraña geopolítica porque árabes y palestinos desconocen al Estado de Israel y, en su lugar, aspiran a su destrucción y a la conformación de un estado palestino
Recorrida en helicóptero, Israel semeja, 66 años después de su fundación, una consolidada organización social, de entornos urbanos mezcla de antigüedad y modernidad, antiguos y modernos, desarrollo económico, emprendurismo e innovación tecnológica, sustentados en una tradición ético-religiosa monoteísta, que ha logrado una simbiosis judeo-cristiano decisiva para la cultura occidental.
La paz entre Israel y Palestina parece alejarse, pero el estado hebreo jamás será destruido.