El error tiene su origen en la idea del pueblo de Dios, Israel, acerca de su propia identidad y propósito. Dios les dijo: “(…) te pondré como una luz para las naciones, y haré que lleves la salvación hasta el último rincón del mundo” (Jeremías 20:6).
Los libró de la esclavitud en Egipto para luego limpiarlos de toda contaminación espiritual, y así entrenarlos rigurosamente durante 40 años en el desierto.
Dios quería que ellos hicieran la enorme tarea de rescatar toda la humanidad, siendo los héroes y protagonistas junto al Creador.
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Pero David, favorito de Dios, actuando inconsultamente, envió a censar, para luego reclutar, a todos los hombres capaces de “sacar espada”. A espaldas y desobediencia de Jehová, realizar un plan imperialista, procurando grandeza propia. Así, a quien otrora le bastaba la bendición de su Señor, fue por ello castigado junto a su pueblo con pestes que dieron muerte a unos 70 mil hombres.
La idea ha persistido en la posteridad; dejando a Yaveh a un lado. El Israel de hoy, como aquel de David espera por un continuador del “proyecto de la estrella”. Esto los ha llevado a no aceptar a Jesús, el hijo del carpintero, de retomar el plan original de reivindicar toda la humanidad.
Los romanos, que en época de Jesucristo controlaban gran parte de Asia y las zonas de Israel y Palestina, conociendo la historia imperialista de los israelitas, tuvieron cuidado respecto de sus ambiciones y su beligerancia potencial, y decidieron esparcirlos y desalojarlos de toda la región; y hasta destruyeron sus construcciones y monumentos de mayor simbolismo y orgullo, a fin de desarraigarlos y humillarlos y así disuadirlos de todo intento reivindicativo.
Los israelitas, habiendo sido establecidos de regreso a la región a mediados del siglo pasado, han tenido un increíble desarrollo, y en justicia merecen respeto del mundo, a la vez que siguen a la espera de un mesías que les devuelva un pasado glorioso, lleno de esplendor como el de los tiempos de David y Salomón. Muy distinto al de Jesús, quien declaró con toda humildad que: “Mi reino no es de este mundo:”
Sin embargo, bíblicamente hablando y sin que exista la menor duda, Dios ama y tiene promesas especiales para Israel. Y es su voluntad que nadie los toque ni con el pétalo de una rosa; aunque El, Yahvé, los seguirá sometiendo a difíciles experiencias, como aquellas de Egipto y el desierto; hasta que entiendan que el Proyecto de Dios es “toda la humanidad”; el cual mediante su palabra, con amor y la humildad lleve a la convivencia y la salvación de toda la humanidad. Y de todo lo creado por El.
Y aun más: Dios no aceptará maltrato ni penurias que no provengan de ellos mismos, cuyo retorno al Plan divino Yahveh espera.
Mientras tanto, debemos orar por ellos y desearles la mejor salida posible de sus problemas. Como igualmente a los palestinos, ya que ambos parecen estar confrontados por desconocimiento de las leyes y designios del Supremo Creador.