Jeannette Miller: Identidades de mujer en su narrativa. Ámbitos y conciencias en su libertad de creación

Jeannette Miller: Identidades de mujer en su narrativa. Ámbitos y conciencias en su libertad de creación

Por Isabel Z. Brown (1 de 3)

Empiezo con un epígrafe citando a Jeannette Miller en su ensayo “El cuento en República Dominicana”: “el asesinato, la injusticia, la mentira y el miedo crean ejes existenciales que cambian de autor en autor; con textos disímiles que concilian en la intención común de cada escritor de proyectar su verdad” p. 126

Hoy me toca conversar con ustedes sobre la identidad de la mujer en la narrativa de Jeannette Miller – de sus ámbitos y conciencias en su libertad de creación. Para completar el título a la conferencia voy a agregar la temática de la representación del sujeto narrativo según el color de su piel. Como ustedes bien saben, los significantes de una sola palabra conducen a muchas partes, según el referente del destinatario en cuestión. El ámbito de la obra de Jeannette Miller es indiscutible y al final de esta charla vamos a hacer hincapié en exactamente de qué ámbito se trata. Por otra parte, la palabra conciencia es tanto provocativa como completamente integral a la creatividad literaria- no sólo en la narrativa, sino también en la poesía y el ensayo de este tesoro nacional y trascendental que es la obra de Jeannette Miller y la mujer misma como he llegado a conocer.

La palabra conciencia conlleva una multiplicidad de significados: sentido moral, conocimiento, conocimiento reflexivo, el concienciar, y la conciencia social entre otros que quizás se les ocurran a ustedes. También en el título de la charla aparece la noción de la identidad de la mujer lo cual en sí puede ser algo abstracto pero que en la obra de Jeannette Miller se concretiza indudablemente como un ser independiente, contestario, humano, fuerte, de mucho valor, un vivir a la defensiva, (en las palabras de Jeannette Miller) y el poder de sobrevivencia sin descartar para nada el lado vanidoso, cariñoso, erótico, y femenino. Luego el asunto del color de la piel me lo plagié del título de la última novela de Jeannette Miller que se titula Color de piel.

En esta charla vamos a tratar los temas de más prevalencia en la obra narrativa de Jeannette Miller como lo son la mujer, el hombre, el color de la piel, y la sobrevivencia tanto para mujeres como para hombres en un ambiente que de por sí no le da a uno o una mucha cabida para realizarse ni para mejorar dadas las circunstancias reales y desafiantes en que se encuentra sumido este paraíso que es Santo Domingo.

Jeannette Miller ha sido dotada con el maravilloso don de la observación minuciosa y detallada de su realidad y contornos y con el de la transposición de esas observaciones a un lenguaje versátil, colorido, expresivo, a veces burlón y de un humor fino, como ha dicho Manuel Rueda, de cuando en cuando satírico, otras veces sardónico, culminando en cinismo en momentos de frustración o de desesperación. La autora ejerce un manejo brillante del lenguaje. Y lo maravilloso en todo ello es que escribe en dominicano trasluciendo así su profundo amor por su país, y por extensión, su propia identidad indeleblemente ligada a su patria.

En la tesis doctoral de José Genao Peralta titulada Contrapunteo de la literatura de la isla y la diáspora dominicana el autor exalta ese uso del “dominicano” en la novela de Jeannette Miller, La vida es otra cosa. Afirma Genao Peralta que “Uno de los rasgos más característicos del dominicano insular que encontramos en esta novela es el de su identidad dialectal. La construcción lingüística de La vida es otra cosa, está diseñada con todo un repertorio sumamente ameno de la dialectología con la que se identifica el habla de la clase popular dominicana. En este espacio novelesco el dominicano se recrea como tal desde su habla local, rasgo éste que lo distingue como un ser totalmente diferenciado del resto con los que comparte el repertorio de los signos lingüísticos del sistema de comunicación estándar al que se le conoce como lengua española. Este recurso lingüístico hace que el lector sienta vívidamente la presencia del ser dominicano a través de sus rasgos comunicativos, que son parte fundamental de toda identidad nacional.”

Hay que recordar también que nuestra agasajada es también poeta, crítico de arte y guionista. Ha publicado más de seis colecciones de poemas y muchos ensayos eruditos, la mayoría, estudios de las artes plásticas, pero también los hay de análisis sociológicos y literarios. Mejor lo resume Alcántara Almánzar al decir “Su producción a lo largo de cuatro decenios es enorme con cincuenta títulos de poesía, narrativa, historia y crítica del arte, veintidós trabajos realizados en colaboración con otros autores y más de quinientos artículos en revistas y periódicos nacionales y extranjeros que le han ganado reconocimiento internacional y numerosos galardones.”

Es dentro de su obra poética que mejor se recalca el concepto de identidad con referencia a Jeannette Miller. Según el fraile y sacerdote franciscano Jit Manuel Castillo de la Cruz “el hablar de identidad en la obra poética de Jeannette Miller es confrontarnos con la soledad en la que ella habita tan plácidamente y con las inquietudes existenciales que allí nos aguardan y en la que emergen las más disímiles e inimaginadas fuentes de sentido para nuestras vidas”. La misma Jeannette Miller define la identidad como la “conciencia que una persona o colectividad tiene de ser ella misma y distinta a las demás. También es aquello que persiste después de enfrentar los cuestionamientos; lo que permanece a través del tiempo; lo que nos hace pertenecer.”

Otra faceta deslumbrante de este diamante creador es su obra como historiadora del arte dominicano y del Caribe, por extensión, fijándose, según Alcántara Almánzar en los pequeños y los grandes artistas del país y cito “por entender que forman parte de un corpus distintivo en el concierto de las artes plásticas hemisféricas”. En la conclusión de un ensayo que Jeannette Miller titula “Arte dominicano e identidad: una búsqueda permanente” ella escribe: “El arte dominicano se define por los elementos que se han mantenido en su producción. Magia, sexo, religión, tipos raciales, luz, naturaleza, hábitat, sobrevivencia…realizados con lenguajes primitivos, barrocos, expresionistas, surrealistas…” Lo mismo se podría de decir de su propia creación narrativa.

El breve aparte que he hecho aquí sobre el trabajo prolífico tanto en poesía como historia de arte en una charla sobre su obra narrativa se explica por la contundencia y la confluencia de esos dos aspectos de su imaginación, visión y creación en momentos claves en su narrativa. Como ejemplo les propongo el cuento Mulato que forma parte de la colección de relatos titulada A mí no me gustan los boleros. El lector tiene delante un ejemplo de écfrasis, aunque se trata de un cuadro en vivo y no un cuadro colgado en algún museo. «La tarde formaba abanicos de luz sobre los flamboyanes y una quietud total le hacía recordar esos días en que se abandonaba a la protección de los mayores. Cinco palomas formaron escuadra y el sol inició su descenso por el Oeste provocando una fiesta de rojo y oro que enceguecía. De pronto todo desapareció y la noche convirtió el silencio en algo pesado, triste.” Esa cita es el primer párrafo del relato que a mi ver es, en su totalidad, es un poema en prosa. Y como si se tratara de un soneto, aunque entre paréntesis, la autora resiste toda fórmula poética, este cuento resuelve en el último terceto por así decirlo, el drama que se lleva a cabo en el relato: “Una mañana se decidió a derrumbar aquellos muros. Palmo a palmo, contó los poros de aquella piedra vieja y fría. Al mediodía, los rayos de un sol candente penetraron las primeras capas con una velocidad pasmosa. Los piedrones de soporte estallaron ante el fuego de los vidrios de los establecimientos circundantes que proyectaban las imágenes transeúntes. Los hijos de los guerreros de Ghana y Timbuctú habían tomado los alrededores de la vieja fortaleza. Una morena vestida de rojo atravesó el silencio y el bombardeo despiadado de sus piernas quedó prendido entre las rejas que protegían la fachada sur. Al Norte irrumpían los camiones de obreros, y sus cachuchas amarillas, verdes, azules, coronaban los torsos brillantes donde el cobre y la caoba tocaban sus mejores sinfonías. Las vitrinas de los gift-shops movían la estructura milenaria, y las barrigas y gargantas de los cambiadores de dólares se multiplicaban en los vidrios de los autobuses que devolvían sus imágenes sostenidas en el aire como si fueran parte de una guerra espacial. Casi al terminar la tarde, un automóvil de transporte urbano se detuvo frente a la plaza que servía de perspectiva a la fachada este y sobre el vidrio delantero los rayos del ocaso multiplicaron un batallón de luces que avanzó desde el Oeste y cercenó la efigie de Cristóbal Almirante, parrandero, pendenciero y jugador, mientras él veía los portales y los muros desmoronarse tomando conciencia de que, desde ahora, ya no significarían nada.”

La narrativa de Jeannette Miller muchas veces va a contrapelo del discurso nacional especialmente en lo del tema del racismo al que le hace faz sin sentimentalismos sin pronunciamientos ideológicos, como diría Alcántara Almánzar. En su ensayo “Entre la sobrevivencia y el miedo: mujer, literatura, globalización e identidad” Jeannette Miller aclara que la República Dominicana se distingue de los países caribeños hispanos hermanos, Cuba y Puerto Rico ya que en “Dominicana [es] donde se produce el más alto grado de mezcla racial entre negros y blancos. Estos ingredientes étnicos, África y Europa, han sobrevivido hasta hoy, aportando una serie de variables que se hacen sentir en el área de las simbolizaciones. En su ensayo “Rescate de la memoria intervenida” Jeannette Miller aclara “los africanos traídos para sustituir la mano de obra taína constituyeron el elemento racial determinante en nuestro resultado étnico. En consecuencia, los dominicanos somos un pueblo mulato; Oficialmente somos occidentales; la educación que hemos recibido se basa en los patrones grecolatinos; pero en el área de las interpretaciones, las creencias y los hábitos los africanos determinan nuestras respuestas y el resultado es palpable en la comida, la música, los bailes, la pintura el ritmo del lenguaje, e incluso en las formas de interpretar la religión católica, adoptando nombres y rituales africanos muy cercanos a la magia.

Isabel Z. Brown. Chair of Department of Modern and Classical Languages. University of South Alabama. Estados Unidos.

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