Su partida inesperada nos dejó sin palabras. Hacía pocos meses nos habíamos encontrado por casualidad y supo dejar de lado su prisa y su energía para conversar unos extensos minutos y recordar cuándo nos conocimos por los ochenta estando él metido en los afanes que llevaba con el sueño casi logrado de su “Opera del Merengue”.
Durante toda esta semana , la despedida , fue intensa, larga, duradera , con el llanto de un pueblo que quería retenerlo, sin dejarlo partir. Se dijo mucho, se manifestaron muchas emociones, en todos los medios visuales y escritos y cada homenaje, cada testimonio, comentó y expresó una relación íntima y propia con el artista. Hemos visto, oído mucho pero quizás no todo, porque el legado es inmenso y contiene un reserva inmedible, “el respeto”.
La fuerza mayor de Johnny, su conciencia y su dignidad, intachables, pertenece a esa característica del pueblo dominicano, duende, garbo, simpatía, gracia, honor y salero.
Un garbo, una hombría y caballerosidad que sale de lo más profundo del ser humano, el orgullo de ser.
Su plasticidad corporal se centraba exclusivamente en su gracia, un don divino para levantar a los músicos de la orquesta, ponerlos a gozar con sus instrumentos, a expresar la felicidad de tocar, de encontrar el compás, el ritmo y el movimiento.
Recordaré siempre en una de las conversaciones de amistad con Peña Gomez, que éste abrió los ojos en grande cuando le expresé que Johnny Ventura era comparable a un James BROWN, a Harry BELAFONTE, pues ciertamente esa fuerza rítmica en las piernas, esas modulaciones vocales ocupaban por completo el escenario, él era el espectáculo, con el sentimiento intenso que emanaba de su entrega, la conciencia de hacer feliz al público.
Su estética visual no necesitaba artefactos decorativos de humaredas escénicas, juegos de luces y chicas eróticas bailarinas, él era más que todo eso, era la belleza de un cuerpo masculino entregado al arte, sin trivialidad , sin groserías , sin vulgaridad.
Gracias Johnny, dejaste la marca del dominicano educado, responsable, consciente, comprometido y sobre todo elegante en cuerpo y pensamiento.
Cuando trabajamos en la Fundación Cultural de los pueblos de África, Caribe y Pacífico, residiendo en el Océano Índico en la isla Mauricio, llevamos tu música, alimentamos muchas conferencias y talleres con tus letras comprometidas con la identidad popular dominicana, la canción “Mamá Tingó” fue y sigue siendo un documento artístico y antropológico para todos los apasionados de justicia , para todos los investigadores de la condición humana.
Tuviste la fuerza, el valor y la responsabilidad del artistacomprometido, de imponer la negritud como un valor de identidad insoslayable del pueblo dominicano frente a todas las adversidades ya toda la oligarquía vestida de nacionalismo, y exclusión.
Supiste luchar por la fusión de las culturas, abrazar la africanía con todos los ritmos, y hacer del merengue la música de todos , que, gracias a tu salero se hizo ritmo en vida de todos los latinoamericanos convirtiéndose en bandera de honra y orgullo de identidad para los dominicanos emigrados a Estados Unidos, que encontraron en tus letras el timón de su destino cultural y el puente con la isla dejada , pero no perdida.
Johnny Ventura significa la honra de ser dominicano en el exilio, lo hemos vivido literalmente y personalmente en París, todas las fiestas de estudiantes tomaban ánimo y fuerza con los temas de sus canciones, todavía, en una conversación telefónica del domingo un amigo me mencionó con emoción “por ahí María se va” y me lo musicalizó con su propia voz a 9.000 kilómetros de distancia.
Recuerdo también con sentimiento de admiración un viaje a Dakar, capital africana de Senegal, cuando en una plenaria del movimiento mundialista, en pleno receso entre dos talleres y conferencias, los anfitriones africanos siempre ponían temas de Johnny convirtiendo la asistencia en un baile colectivo, pues era un regalo ver a las africanas y a los africanos moverse con los pasos de sus ritmos y convertir la asistencia en público compartiendo la cadencia del merengue.
Todo esto nos enorgullece y nos nutre de reflexiones para hoy y mañana, entre tantas evocaciones, testimonios, emociones, aplausos, Johnny Ventura nos ha dado la lección mayor. La necesidad de componer la unión , la fraternidad, la tolerancia.
La necesidad de retomar fuerza con el orgullo de luchar por la cultura dominicana, conectada al mundo, abierta a los valores democráticos , comprometida con la paz social, con el diálogo y la diversidad.
Nos ha impresionado ver la parte alta de la capital, animada con tu memoria, Villa Juana encendida por la despedida de su hijo, y en todo el camino, hasta el punto del descanso eterno, toda la dominicanidad se encendió con el mimetismo de tus gestos, de tus movimientos, de sus localidades, de tus estribillos, hombres, mujeres, de todas las edades, se queda con algo tuyo, necesario para tomar en cuenta la necesidad social de unión y concertación.
Con las palabras del panegírico del doctor Fernández, también hijo de Villa Juana, nos quedamos con la imagen de Johnny Ventura frente a las fuerzas del orden, defendiendo, la Constitución, con educado propósito, sobriedad, determinación, y coraje.
Me quedo con dos fotos tuyas para siempre Johnny, cantando a Mamá Tingó, y bailando para siempre ese merengue que supiste servir con exclusiva originalidad y liberarlo de los salones estáticos para devolverlo al pueblo dominicano con guira y tambora, con felicidad y esperanza.
Tu elegancia y gracia verbal sonarán para siempre.
Villa Juana despidió a su hijo en todo el camino
Nos quedamos con imagen de él defendiendo la Constitución