Para la Galería Nacional de Bellas Artes es una real satisfacción que la primera exposición de 2023 sea la de José Castillo, un artista magistral de excepción, para República Dominicana y Francia.
Egresado de la Escuela Nacional de Bellas Artes, él hizo su postgrado en la famosa Escuela Nacional Superior de Bellas Artes de París, residió y trabajó exitosamente, durante décadas, en la capital francesa, participó en grandes colectivas internacionales, recibió distinciones y ganó concursos como el Festival
Internacional de Cagnes-sur-Mer. Finalmente, fue en el mismo París, donde, recientemente, él partió hacia la eternidad.
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La exposición
Los 30 cuadros, colocados ingeniosamente en paneles y paredes, gracias al montaje experto de Salvador Bergés, consiguen que esta pintura sobresalga por ser a la vez dominicana, caribeña y universal, simbiosis de identidades que la hace singular.
La muestra individual se intitula “Entre dos mundos”, pero es sencillamente el mundo de José Castillo, y Marie-Annick Seneschal, su esposa y colaboradora, lo calificó con gran sensibilidad: “Lo imaginario que impregna la obra de José.
Castillo es también su poesía secreta. No buscó ilustrar leyendas populares, ni mitos vudús particulares: no es un pintor ingenuo del Caribe. Simplemente, a través de su paleta de colores del Caribe, él muestra el mundo que lo habita”.
En estas obras, las creencias, los ritos, los objetos de cultos se transponen, se recrean, se incorporan, como un medio de volver a los orígenes y las raíces, dejando plena libertad para que brote, fundido en el lenguaje creador, el mundo propio y visionario en una naturaleza tan tropical como especial.
Se trata de una auténtica iconografía – la palabra no está exagerada-, arte ya admirable en su técnica –José Castillo hasta podía reproducir perfectamente los clásicos-, y proponer una definición enérgica, creando su propio mundo de figuración real-fantástica…
José Castillo subvierte pues cánones académicos que él domina a la perfección, en un discurso propio, en su realidad personal y pictórica. Sus espacios comparten una visión, mítica y mística, de paisajes y retratos interiores, enfoque étnico, histórico y crítico – ese último muy importante-, reivindicando sus orígenes y el mestizaje criollo, con fuerza, humor y poesía.
Apropiarse, reinventar y practicar el eclecticismo, que también califican como “mestizaje de los estilos”, alcanzando la paradoja de un arte ancestral y presente, está en la naturaleza, las convicciones y el oficio del artista. Se trata de un idioma compartido espontáneamente primero y luego conscientemente.
Una íntima convicción
Esta mezcla, humana y cultural, se instaló naturalmente en el arte de José Castillo y repercutió en su estilo. Alterna, superpone, fusiona la organicidad y la construcción, el barroquismo desbocado y la organización espacial. No hay rusticidad, sino una elaboración pictórica precisa.
Aparecen, en la pintura de José Castillo, deidades y personajes fabulosos, cuyas intervenciones giran en torno a la Vida y la Muerte, esa muy presente como reverso de la vida, como incógnita y modo de exorcizar el miedo ante un inexorable misterio y final. Los fenómenos anímicos se metaforizan en formas, colores, materia, hasta con vehemencia.
El multiplica los signos y las criaturas, protagonistas que invitan a la contemplación, la reflexión, la interpretación. Una ojeada al cuadro, pequeño o grande, no basta. Debemos prolongar la mirada, llegar a una lectura diferente –¡aunque sea nuestra y equivocada!-, en fin disfrutar plenamente el lenguaje creador y el mundo real-imaginario de José Castillo, que, personalmente, acabamos de descubrir.