Fue aquella cálida mañana de un día memorable, durante una visita al hospital público Ricardo Limardo, de Puerto Plata, cuando observó en la sala de operaciones la amputación de una pierna a un paciente diabético. En ese instante tuvo la firme e inequívoca convicción de que iba a ser médico.
Para esa época, José Joaquín Puello, reputado neurocirujano, catedrático universitario, emprendedor, consumado deportista, apenas tenía catorce años. Cursaba el segundo año del bachillerato. Pero ese hito en el centro de salud definitivamente influyó para que se convirtiera en un prestigioso y comprometido profesional de la medicina, y además en protector de personas que no pueden acceder a la medicina de calidad.
“Ese día, temprano en la mañana, fui al hospital Ricardo Limardo y, para mi sorpresa, al llegar los doctores de aquella época me llevaron a la sala de operación. Observé la amputación de una pierna a un paciente diabético, con gangrena, una cosa horrible, con mal olor, y vi cuando le aserraron la pierna. Ese fue el hito que me hizo decidir ser médico. A mí me gustó observar la amputación de la pierna del paciente, y en ese momento supe que iba a ser médico; que sería cirujano”.
En otro momento se acercó a su padre, con quien mantuvo siempre magníficas relaciones, y le comentó su inquebrantable decisión de estudiar medicina. Su progenitor le dijo: “Muy bien. Tú vas a estudiar medicina. Recuerda que a partir de que te gradúes, ya no te perteneces, no tendrá horas libres, te van a llamar a todas horas, vas a tener que dejar sola a tu familia en muchas ocasiones. ¿Entiendes bien eso? Si aun así quieres estudiar medicina, hijo mío, sigue adelante”.
Otro hito importante en la vida juvenil del doctor Puello fue la insistencia de sus padres, ambos maestros de escuela, para que sus hijos leyeran, pues entendían que la única fórmula para un muchacho de pueblo se supera en la vida es a través del conocimiento.
Un día el joven José Joaquín recibió de manos de sus padres el libro “Cuerpos y almas”, del médico y escritor holandés Maxence Van Der Meersch. La obra narra la actuación de un médico neurocirujano en la Segunda Guerra Mundial.
“Qué curioso que yo pensaba que iba a ser médico, que iba a ser cirujano porque me gustó ver la amputación de la pierna, y en ese momento, después que leí el libro, reafirmé mi convicción de que, definitivamente, iba a ser cirujano. Fíjate cómo algunos aspectos en la vida de un joven deciden lo que va a ser en el futuro”.
No critica a quien quiere ser empresario, militar, pintor, o artista, “pero en el caso de nosotros, los médicos, los estudiantes que quieren ser médicos tienen que entender que esta es una profesión esencialmente de servicio”.
El doctor Puello es el mayor de tres hijos. Sus padres eran muy religiosos. Todos en la familia, de alguna manera, fueron monaguillos. Él es un firme creyente en Dios, una tradición que ha mantenido. Sin embargo, algunos parientes pertenecen a denominaciones evangélicas, pero en sentido general la familia ha sido muy religiosa, hasta tal punto que muchos son sacerdotes y monjas.
Juventud feliz. “Mi juventud transcurrió en los pueblos y fue muy feliz. Fueron buenos años de juventud. Lo que hacíamos los jóvenes era esencialmente ir a la escuela, bañarnos en el río, marotear frutas… De hecho, yo comí tantos mangos que todavía hoy no los como. Debo haberme comido dos millones de mangos en mi vida.
Esa era la vida simple de los pueblos, una vida sana. Íbamos a la escuela por la mañana, pero al mediodía, después de comida, practicábamos béisbol, baloncesto y voleibol y más tarde íbamos al río a bañarnos.
En las noches no había muchas cosas que hacer. Entre las 8:30 y 9:00 de la noche estábamos acostados.
En mi pueblo, San Juan de la Maguana, la planta eléctrica se apagaba a las nueve de la noche, y dormíamos con una vela encendida y un mosquitero.
Los fines de semana la diversión era ir a dar vueltas al parque, a ver a las muchachas de nuestra edad. A las 5:00 de la tarde íbamos a matiné. La entrada al cine costaba cinco o diez centavos.
Sarampión político. Ingresó en el movimiento revolucionario clandestino 14 de Junio cuando era estudiante de medicina.
Los extintos Joaquín Balaguer y Jacobo Majluta le ofrecieron la vicepresidencia de la República.
Fue candidato vicepresidencial de Miguel Vargas en el 2008.
Su sueño. “Mi gran sueño es tener un hospital de alta tecnología, que sea el mejor hospital de toda la cuenca del Caribe y de parte de Suramérica, pero que esté al servicio de los que nada tienen, es decir, que sea para aquellos dominicanos que no pueden acceder a medicina de alta calidad.
Este va a ser el hospital vitrina de nuestro país, sobre todo porque le va a dar servicios esencialmente a los pacientes del régimen subsidiado, pero más que eso, a aquellos dominicanos que no pueden acceder a una medicina de alta calidad.
Ojalá el presidente Medina me escuche y podamos completar este proyecto médico teniendo aquí la Escuela de Medicina de la UASD”.