La crítica ha de ser imparcial… ¿Qué es la imparcialidad? Serenidad, frialdad ante las cosas y ante los hechos. ¿Qué es la crítica? Clavar en la frente de las cosas y de los hechos un punzón o un punzón negro; arrastrarlos al lado de lo malo o al lado de lo bueno, siempre clavar, siempre arrastrar…
El crítico ha de luchar. La crítica es una lucha. ¿Cómo no se ha de descomponer el vestido? ¿Cómo puede flotar la serenidad sobre la lucha?
Pero mirando el trasluz la palabra imparcialidad, quiere decir impersonalidad. Ser impersonal es salirse fuera de sí mismo, hacer una escapada de la vida, sustraerse a la ley de la gravedad sentimental. De tal suerte…se podrá ser justo…José Ortega y Gasset, De la crítica personal[1]
Desde hace mucho tiempo he querido conocer a profundidad a José Ortega y Gasset, el español universal, quien con sus escritos revolucionó el mundo intelectual de inicios del siglo XX. Ha estado en mi lista de pendientes por años. Decidí iniciar, de una vez y por todas, una serie sobre el pensamiento de este hombre que a pesar de haber muerto hace 60 años, sigue vigente en el corazón y la mente de aquellos que se preocupan por el devenir de esta humanidad, que parece se apresura a auto destruirse, o por lo menos, a auto anularse.
José Ortega y Gasset nació en Madrid en 1883 en el seno de una acomodada familia madrileña, que por demás tenía una vida intelectual bastante activa. Su abuelo materno fue el fundador del periótico El Imparcial; que años más tarde fue heredado por su padre en la dirección del periódico. Tan arraigada era la vocación periodística que su hijo menor fundó el importante periódico El País.
La formación de Ortega y Gasset era envidiable. Obtuvo su doctorado en filosofía en el año 1904. Luego siguió su formación en Alemania, donde bebió de las obras de Kant y se afilió al neokantismo. Se casó con Rosa Spottorno, con quien procreó sus tres hijos: Miguel, Soledad y José.
Dos de sus primeras obras y quizás de las que mayor difusión tuvieron fueron “España Invertebrada” y “La rebelión de las masas”. Activo intelectual, crítico mordaz y culto de su herencia, Ortega y Gasset no se amilanaba para expresar con valentía lo que pensaba. Estaba siempre en algún proyecto intelectual. Escribía en el diario El Sol, fue el creador y el director de la Revista de Occidente.
Como hombre de las letras comprometido se sumó a la posición política que defendía la República, en desmedro de la monarquía en la España convulsionada de los años 30 del siglo XX. Fue incluso elegido diputado por la provincia de León. Pero su pensamiento crítico lo hizo tomar distancia, renunciando al año de su elección, pues criticó duramente el curso que tomaba la República. De ahí nació su discurso incendiario y conmovedor que tituló “Rectificación de la República”. Como bien afirman los redactores del Diario El Seis Doble:
“En diciembre de 1931, Ortega pronunció una conferencia fundamental, esperada por todos y temida por muchos, que ha pasado a la historia como el momento en el que se escucharon las primeras voces de alarma de los desilusionados ante el rumbo equivocado que tomaba la República. Era una severa advertencia del peligro de disolución de España, a muy pocos meses de la llegada de un régimen que llegó acompañado de entusiasmo generalizado y oportunidades de grandeza política. El filósofo madrileño se había dirigido ya a las Cortes cuestionando las malas maneras, la intimidación del adversario, la cólera y la torpe identificación de las instituciones con los partidos gubernamentales”. El Seis Doble, lunes 8 de diciembre de 2014.
Localicé un fragmento del importante discurso en el Blog de Tácito en Plasencia. Estos fragmentos son muy ejemplificadores de sus inquietudes y críticas:
“Nació esta República nuestra en forma tan ejemplar, que produjo la respetuosa sorpresa de todo el mundo. Caso insólito y envidiable. Acontecía un cambio de régimen, no por manejos ni golpes de manos, ni por subversiones parciales, sino de la manera inevitable, exuberante y sencilla que brota de la fruta en el frutal. Ese modo, diríamos espontáneo, de nacer la República, nos garantiza que el grave cambio no era una ligereza, no era un capricho, no era un ataque histérico, ni era una anécdota, sino que había sido una necesidad profunda de la nación española, que se sentía forzada a sacudir de sobre sí el cuerpo extraño de la monarquía.
Lo que no comprende es que habiendo sobrevenido la República con tanta plenitud y tan poca discordia, sin apenas herida, ni apenas dolores, hayan bastado siete meses para que empiece a cundir por el país desazón, descontento, desánimo, en suma, tristeza. ¿Por qué no han hecho una vida agria y triste, bajo la joven constelación de la República naciente?
No voy a acusar a nadie, no solo porque repugno faena tal, sino porque, además sería injusto. Conozco a esos hombres que hoy dirigen la vida pública española –y me refiero, no solo a los Gobiernos, sino a muchos que militan próxima a ellos-, conozco a esos hombres y sé que la política peninsular no ha encontrado junto tesoro mayor de buena fe y de prontitud al sacrificio. Lo que pasa es que se han equivocado, que han cometido un amplio error en el modo de plantear la vida republicana…ese error cometido no le es imputable, sino que más bien son de él responsables las clases representantes del antiguo régimen, que ahora tan enconadamente combaten a esos hombres. ¿Pues qué? ¿Se quería que después de haberlos mantenido en permanente oposición, más aún, en virtual destierro de los negocios públicos, pudiesen esos hombres, de la noche a la mañana, improvisar la destreza, la soltura de mano y la óptica del gobernante? Publicado el 16 de febrero de 2012.
Es posible que no podamos entender el discurso fuera del contexto de la España convulsionada porque luchaba por el surgimiento y consolidación de una república. Existían contradicciones entre los grupos políticos republicanos. Lo importante es rescatar el discurso para destacar la valentía de Ortega como intelectual comprometido con su tiempo.
Los artículos siguientes versarán sobre algunos de los trabajos escritos por este hombre inmortal. Reitero a mis lectores, que escribiendo estos ensayos leo y aprendo, mucho, mucho. Siempre he dicho que la mejor manera de aprender es obligándote a escribir cosas nuevas. En este viaje que emprendo hoy me adentraré en el pensamiento de este hombre que he admirado mucho desde la distancia y la ignorancia. Hasta la próxima.
[1] José Ortega y Gasset, Obras completas, Tomo I (1902-1916), Madrid, Ediciones Castilla, Séptima edición, 1966, p.14.