“Desde el año 1964, José Perdomo impone su impronta en las artes plásticas dominicanas mostrando su obra en diferentes partes del mundo, aplicando sus conocimientos y su imaginación para realizar sus obras con diferentes materiales, medios y técnicas. Durante todos estos años mantuvo el interés de sus coleccionistas en sus obras, siempre con una visión de cambio y transformación de sus ideas estéticas. Su capacidad de reinvención quedará plasmada en sus obras, y su legado será para el mundo” … (Luís Felipe Cartagena, 2024).
EL ARTE VIVE a pesar de la guerra que hoy rige y desuela el espacio-mundo que habitamos. A pesar de la vida y el arte los artistas mueren. A pesar de la muerte los artistas viven y vivirán siempre. Desde luego, esto sólo sería posible si algunos pudiesen escapar a los hechizos y las ansias del simulacro sociocotidiano, así como a la voraz lujuria de gorgojos que cuadran la amnesia colectiva. La cuestión es que otra vez la comunidad artística nacional y regional del Caribe ha sido estremecida por el súbito ascenso hacia la luz de las estrellas y la memoria de dos reconocidos creadores contemporáneos de obras y aportes trascendentales.
Me refiero a Quisqueya Henríquez (La Habana, 1966-Santo Domingo,2024), una de las máximas dominatrices de la multimedia, el videoarte, la videoinstalación y el posconceptualismo en el contexto artístico del Caribe contemporáneo, fallecida el pasado sábado 30 de marzo, y José Perdomo (1943-2024), gran exponente de la pintura dominicana, incluso más allá de las islas, fallecido la madrugada del pasado lunes 8 de abril.
A sus 81 años de edad, José Perdomo tuvo en vida la consciencia discreta de un trayecto saturado de travesías, historias aleccionadoras y éxitos merecidos. Aquellos que sean dichosos de llegar a rastrearle a lo largo de las últimas cinco décadas, le advertirán siempre inquieto, profundo, abierto y carismático, con su jovial sonrisa de viajero discreto y avisado de la inmortalidad.
“¡Nada de pésames! ¡El luto no ayuda a vencer! Es la vida gloriosa de los aportes a nuestros valores dominicanos, de los dominicanos que nos dejan su creatividad, su sacrificio, su trabajo, lo que eleva nuestra conciencia y nos da fe en nuestro futuro” … Son palabras elocuentes de la consagrada y admirada maestra Ada Balcácer (1930), personalidad femenina viva paradigmática de la cultura y las artes plásticas nacionales. Ada las publicó en una de sus redes sociales ante el torbellino de lamentos por el fallecimiento de la maestra inmortal Clara Ledesma (1924-1999).
Me iluminan el mundo estas palabras de Ada Balcácer aún mucho antes de que las escribiera, porque yo jamás cultivaría el lamento lamentable. Lo que se impone es la apuesta a la misión revalidadora y celebratoria de la ofrenda inestimable y los legados vitales de nuestros artistas. En la persistencia de su revaloración radica su inmortalidad. Por supuesto, siempre que se trate de verdaderos artistas y legado significativos.
En el caso de José Perdomo, cuyo legado posee el potencial subjetivo y reflectante para su vigencia en el registro histórico-reflexivo de las artes plásticas dominicanas de la posmodernidad, me atrevo a pensar que no caerá tan rápido en el olvido indigno que sigue eclipsando los aportes claves de un grupo de artistas nacionales consagrados y destacados, fallecido en el transcurso de las dos últimas décadas. De esto hay que hablar ya seriamente.
Mis altas expectativas tienen que ver con la rápida y sensible respuesta del Ing. Luís Felipe Cartagena, director de la Galería Shanell, ante mi intención de escribir estas breves notas como testimonio irremisible de un fallido reencuentro con Jose Perdomo en su taller y que seguía pendiente desde hace más de un año.
Por la admiración y el respeto que profesa el director de la Galería Shanell a la obra pictórica y el legado estético de José Perdomo, no tengo la menor duda de que persistirá efectivo en su apuesta comprometida con la difusión, proyección y valoración del arte y los artistas dominicanos. Además, durante el último decenio, Luis Felipe mantuvo una relación estrecha, positiva y fraterna con José Perdomo.
Él podría calibrar perfectamente el legado y la trayectoria y hasta hablar como ninguno de los historiadores o críticos del arte dominicano del presente sobre la obra y calidad humana de José Perdomo. Así que vale otra vez el endoso ilusionado del testimonio textual, puntual y expresivo de Luis Felipe Cartagena: “José Perdomo, quien con su talento representó nuestro país a nivel nacional e internacional llevando en sus obras esencia de espiritualidad, magia, mito y naturaleza, fue un artista entregado a su familia, sencillo y noble, pero con un conocimiento profundo de las diversas técnicas del arte” …