Jóvenes

Jóvenes

Claudio Acosta

Mi colega y compañera Llennis Jiiménez, quien cubre para este diario las incidencias de la Cámara de Diputados, puso de relieve en una crónica reciente un dato significativo, que no debemos pasar por alto, pues se supone que los jóvenes son “el futuro de la patria”.

Y por supuesto también de nuestra vida política, tan necesitada de que esa sangre nueva empiece a cambiar tantos usos y maneras de “la vieja política” que la población rechaza.

Dice Llennis en su crónica que a pesar de que en la actual matrícula de la Cámara Baja hay cerca de veinte legisladores menores de treinta años, ninguno ha sometido un proyecto de ley o resolución dirigido a favorecer o incentivar el desarrollo de ese segmento de la población, que de acuerdo a la Oficina Nacional de Estadística (ONE) representa el 60.63% de nuestra población.

Esa baja productividad puede ser atribuida a su falta de experiencia, ya que en su mayoría son legisladores por primera vez, pero también a la falta de interés y motivación, pues siempre resultará mas cómodo aplicar la ley del menor esfuerzo limitándose a levantar la mano para aprobar los proyectos y resoluciones que apoye su bancada como obedientes y bien pagados borregos.

La tendencia de continuar reproduciendo los vicios de “la vieja política” que se advierte en jóvenes llamados a ser agentes de cambio y transformación se hizo evidente, de manera dramática, en los escándalos de corrupción que han tenido como epicentro el Ministerio de la Juventud.

Como si en lugar de tratar de cambiar las mañas de nuestros políticos que tanto daño le han hecho a la democracia y su institucionalidad, se empeñaran no solo en reproducirlas sino también en superarlas.

Ojalá que ese comportamiento no sea un mal presagio, pues todavía es pronto para renunciar a la esperanza de que sean los jóvenes, con su inagotable energía y confianza en el futuro, los que nos demuestren que se puede hacer política sin dejarse seducir por la corrupción.

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