Juan Bosch: sus cuentos venezolanos e identidad

Juan Bosch: sus cuentos venezolanos e identidad

Diomedes Núñez Polanco

A la resistencia de Juan Bosch contra la dictadura trujillista, con expediciones como la de Cayo Confites y la organización del exilio dominicano en Estados Unidos, Puerto Rico y otros territorios caribeños, se sumaban las conferencias, publicaciones y enfrentamientos a diversas dictaduras americanas, como las de Fulgencio Batista en Cuba, Marcos Pérez Jiménez en Venezuela, Anastasio Somoza en Nicaragua, Jorge Ubico en Guatemala, entre otras. Así, entre los libros que escribió mientras residió en Chile (1954-1955), figura Póker de espanto en el Caribe, aguda radiografía sobre las tiranías dominicana, cubana, venezolana y nicaraguense.

Era obvio que hacia finales de 1961, Juan Bosch había consustanciado en lo más profundo de su ser una actitud antidictatorial. Incluso llegó a ser exiliado de tres tiranías: la de Trujillo (1838-1961); la de Batista (1953-1956; y 1958) y tuvo que salir de Costa Rica en 1954 a causa de la exigencia de Somoza ante el presidente José Figueres, al comprobarse la vinculación de Bosch en un atentado en su contra a principios de 1954. En septiembre de 1929, con apenas 20 años, su sensibilidad política le hizo intuir que en la mansión presidencial de su país se estaba creando una dictadura, desde que se reformó la Constitución para que Horacio Vásquez se reeligiera.

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Pese a las especificidades de cada cuento, en los tres se destacan varios aspectos comunes: dimensión urbana y cosmopolita, ambiente de dictadura, atmósfera de miedo y terror; en dos de ellos se utiliza la analepsis, tal como se aplica en “Papá Juan Juan” (“El abuelo”), “El algarrobo”, “Fragata” y “Todo un hombre”; luego, la presencia del Caribe, la noción del tiempo, rasgos autobiográficos, la problemática de la identidad cultural y nacional.

En los tres cuentos se destaca la visión del autor sobre el tiempo: los sucesos no solo se desarrollan en un lugar determinado, sino en una secuencia cronológica concreta. Es tan importante para el narrador que la historia transcurra a la sombra del tiempo, que cuando no se ofrece hora precisa, refiere a un estado temporal: “media noche”, “las primeras luces del día”,”el amanecer”, “poco tiempo después”, entre otras expresiones, y en el caso de “La mancha indeleble” hallamos nociones espacio-temporales, como:

“(…) Durante cierto tiempo me sentí paralizado por el terror, (…)Tenía la impresión de que todo lo que veía estaba hablando a un tiempo (…), Por la abertura de la puerta se advertía que afuera había poca luz. Sin duda era la hora indecisa entre el día que muere y la noche que todavía no ha cerrado (…) Pero en la octava noche(…).

En el caso de “La muchacha de La Guaira”, el tiempo de la historia se desarrolla en un lapso de 24 horas: “El Trondheim, de bandera panameña, aunque en verdad era un barco noruego, entró en La Guaira ese día a las diez de la mañana (…) y, alrededor de esa misma hora del día siguiente, el capitán y el según do oficial del barco aclararon todo lo concerniente a la relación de la muchacha con el oficial Sandhurst y las circunstancias de su suicidio, si se toma en cuenta que el oficial regresó al barco con la noticia de la tragedia a las 9 de la mañana.

Debió permanecer cerca de una hora ofreciendo explicaciones a los oficiales superiores. Veinticuatro horas, el tiempo necesario de la tragedia, según Aristóteles en su Poética. Asimismo, la historia de “El hombre que lloró” se desarrolló desde las cuatro de la tarde hasta la media moche.

Esos cuentos no figuran entre los señalados por Bosch como las creaciones suyas que le producían mayor satisfacción, a pesar de haber sido producidas en una etapa especial de su desarrollo intelectual, entre 1953 y 1960.