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Los espacios narrativos que construye Prida Busto concentran la subjetividad creadora en un topos de donde surge la visión fantástica del narrador-personaje en Huellas en la niebla (1990), donde mundo, frontera, biblioteca circular y silueta se pronuncian en los mundos relatados.
En El espejo de Dante, transmutación, cambio de identidad, ayuda peligrosa o turbulenta, acercan al lector a lo siniestro fantástico y a la ruptura en los tiempos y formas de la narración que vuelve estos cuentos verdaderos “ritos de pasajes”, donde la aventura y la pesquisa en lo real forman parte de un universo propiciado por el miedo banalizado por supuestas rupturas que se acogen como fuerzas narrativas orientadas por un actor (escritor), que orienta a sus lectores y manipuladores.
Lo que pronuncia el autor a través de su diferenciación narrativa se lee en la estructura de superficie de cada cuento concentrado en su escritura y forma cardinal.
Al leer Algo más (2011), podemos observar cómo el ritmo de la prosa cobra valor en cada cuento, de tal manera que los acentos, equilibrios, intensidades y posibilidades de relato se desarrollan en un eje estratégico que no deja escapar el, o los eventos que activan su escritura.
Lo poético de cada cuento conforma el sentido expresivo que da cuenta del propio detalle, tematizado como materia onírica, fantástica y sobre todo transparente en sus acciones.
La economía verbal de su prosa identifica el universo expresivo de cada relato en Arena de soledad (1994), donde los escenarios de cada cuento se construyen un orden espacial y temporal exclusivo. La circularidad del evento se hace legible en la línea escritural del autor y las determinaciones del personaje en contexto, materia, acción y forma narrativa.
El fraseo elíptico y el fraseo analítico se reconocen en la economía verbal del relato y sus funciones imaginarias. Nuestro autor se autoafirma en una línea de relato cualificado por sus líneas de expresión.
En su obra narrativa, que registra hasta el momento más de doscientos cincuenta cuentos, existe una marcada asimilación de tópicos real-imaginarios, espacios de inclusión y objetos con un valor de verosimilitud y ficción.
Este hecho tiende a comprometer intencionalidades accionales en las perspectivas propias de escenarios, contextos, tramas y fluencias en la estructura de significación de los eventos narrados.
Dichos eventos constituyen una movilidad intrínseca a los ejes del cuento que, en su caso crea una acentuación libre en el ejercicio de producción narrativa.
La asimilación de mundos reales, ficticios o fantásticos, obliga al narrador o “contador” a asumir una actitud esquiva con respecto a los personajes.
Lo que sugiere una búsqueda de unidades y objetivos determinados por situaciones narrativas diversas en el enmarque textual abierto y cerrado; las miradas del sujeto narrador, del objeto significante, del ritmo y sus incidencias en el desarrollo de la fábula o las condiciones para tejer o destejer un material narrativo para televisión, cine, y otras mediaciones técnicas o virtuales.
Prida Busto organiza de manera nuclear sus cuentos, produciéndose en sus constituyentes un grado de movimiento narrativo que lleva al lector al punto de encuentro y al click del evento.
Una característica muy visible y legible en la prosa narrativa de nuestro autor es el tempo-ritmo de la expresión, constituida mediante niveles de relación articulados por la consolidación de las acciones dramáticas del relato.
La función personaje organiza la ocurrencia en el tejido interno del cuento, de tal manera que, a medida que el foco de comienzo del cuento expresa de manera procesual su objetivo, aparecen también las cardinales implícitas y explícitas del mismo.
Otro aspecto de alta significación que sorprende, pero a la vez se pronuncia en su orden expresivo, es el relativo al uso de tropos y figuras del lenguaje. La presencia de un personaje oculto en una persona narrativa moviliza al lector de estos textos, de suerte que las cardinales observables de la lectura y la escritura invitan al descubrimiento del objetivo en su arte de narrar.
Al leer estas cinco colecciones de cuentos de Prida Busto, entramos, queriéndolo o no, a las altas y particulares regiones de un imaginario urbano, donde el trazado real y surreal es asumido como “estado ideal”, búsqueda fantástica, ocurrencia mítica, espaciamiento imaginario y furor poético-narrativo.
La suma de “estados” posibles de la narración que se reconocen en las mismas, nos muestra una geografía narrativa que aún no ha sido debidamente atendida por la crítica nacional.
En cada uno de sus libros de cuentos advertimos escenarios tratados como escritura cinematográfica, desde una plantilla narrativa mono-direccional y poli-direccional. La mirada del narrador a través del personaje, revela un desarrollo temático y formal progresivo como texto y narrativa fílmica, orquestados desde el autor del relato.
Todo lo cual se inscribe en un tipo de intencionalidad propiciadora de relatos que son, desde su nacimiento, un trazado de signos dinámicos y visibles desde su foco de inicio, de desarrollo y de cierre.
La cuentística de este narrador dominicano está todavía por estudiar, tal y como lo podemos constatar al revisar el poco juicio crítico existente hasta ahora en el encuadre editorial dominicano.
La calidad de cada libro publicado por este autor pide una diversidad de opiniones que dan cuenta de su práctica narrativa en una perspectiva abarcante de su huella creadora, donde no sería prolijo decir que un libro como Algo más (2011), pone en cuestión el desconocimiento de lo que es hoy la cuentística más representativa de la tardo-modernidad literaria dominicana.
Prida Busto organiza de manera nuclear sus cuentos, produciéndose en sus constituyentes un grado de movimiento narrativo que lleva al lector al punto de encuentro y al click del evento.