Hace 60 años se inició el fuerte proceso migratorio de dominicanos hacia el exterior, sobre todo hacia Estados Unidos. Se estima una diáspora dominicana de más de dos millones en territorio estadounidense.
Esa migración ha tenido la gran ventaja de ser altamente legal porque se ha dirigido a países donde, aunque hay inmigrantes indocumentados, la inmensa mayoría logra legalizar su estatus.
En el caso de Estados Unidos, ese alto nivel de legalidad genera más migración legal por los procesos de petición familiar que establece la legislación migratoria de ese país (nada parecido a lo que ocurre en la República Dominicana, donde la gran mayoría de los inmigrantes y descendientes son indocumentados).
Muchas personas de muchos países quieren emigrar por razones económicas o de persecución, pero la migración tiene un alto costo para los inmigrantes. Van a países de culturas diferentes, incluso donde se habla otro idioma, y dejan atrás familiares y amistades, aunque la fácil comunicación ahora compensa la distancia.
Como la mayoría de los inmigrantes van de los países más pobres a los más ricos, un objetivo central de los inmigrantes es ayudar a sus familiares que quedaron en el país de origen.
Por eso, el envío de remesas es actualmente un fenómeno de impacto mundial: mucho dinero va de países más ricos a países más pobres, e incluso entre países relativamente pobres (por ejemplo, los venezolanos esparcidos por América Latina envían remesas a sus familiares en Venezuela, los haitianos en la República Dominicana envían remesas a sus familiares en Haití).
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Y no solo envían remesas, también llegan con las maletas cargadas, sobre todo en época navideña, como dice el conocido merengue “Volvió Juanita”, y con los bolsillos dispuestos a auxiliar allegados o a gastar en su terruño.
Para la República Dominicana, la migración de dominicanos ha sido una tabla de salvación económica: 1) constituyen el verdadero seguro social para muchas familias, ya sea por las remesas regulares que envían o por ser la fuente de ayuda en momentos de emergencias familiares; 2) gastan cuando vienen al país a vacacionar; y 3) aportan divisas que la economía dominicana necesita.
El flujo de remesas hacia la República Dominicana ha aumentado considerablemente en los últimos años, y el aumento venía produciéndose desde antes de la pandemia. Por ejemplo, mientras en el 2016 el país registró envío de remesas por US$5.260.8 millones, en el 2019 registró US$7,087 millones y en el 2021 (ya en pandemia) US$10,402.5 millones. Aunque esos datos no auguran necesariamente un patrón de crecimiento futuro tan robusto, es importante apreciar el aumento que se produjo.
Esos emisores de remesas son Juanitas y Juanitos que laboran y viven en el exterior, sobre todo en los Estados Unidos, con un objetivo central de vida: ayudar a sus familiares, y de paso, contribuyen a sostener y dinamizar la economía dominicana.
Para entender el alto nivel de crecimiento económico dominicano de las últimas décadas no puede ignorarse este factor, muchas veces minimizado. Sin esas remesas, muchísimas familias estuviesen malpasando, la construcción de viviendas no fuera tan pujante y el peso estuviese tambaleándose.