El presidente Luis Abinader nos quitó un enorme peso de encima al anunciar el retiro del Congreso Nacional de la ley de Modernización Fiscal, que en sus primeras vistas públicas recibió el rechazo unánime de los representantes de los sectores que por allí desfilaron durante una jornada que se prolongó por más de nueve horas, lo que llenó de júbilo a todos los sectores sociales del país, como tituló ayer un periódico. En un breve discurso al país el sábado por la noche, el presidente Abinader se definió como un gobernante que escucha el sentir del pueblo, y que cuando tiene que rectificar lo hace con humildad. “Un verdadero gobierno democrático no teme enmendar sus decisiones cuando escucha al pueblo. Porque escuchar es un signo de fortaleza. Y yo soy un presidente que escucha. No estoy aislado. No vivo en una burbuja.”
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Y qué bueno que así sea porque le ha permitido rectificar como los gobernantes sabios que no temen reconocer que se equivocaron, razón por la cual sindicatos, iglesias, gremialistas, empresarios y políticos han calificado su decisión de sensata y valiente, que además abre las puertas para el inicio de un diálogo que nos lleve a un consenso que permita un verdadero pacto fiscal.
¿Existía un plan B? Todo indica que no a juzgar por las palabras del mandatario, quien en su discurso se limitó a señalar que el retiro de la Ley de Modernización Fiscal implicará ajustar el alcance de los planes de desarrollo, y “construir alternativas aceptables para lograr la República Dominicana que queremos”. Decir eso y no decir nada es lo mismo, pero no vamos a tomárselo en cuenta para darle tiempo a que rearme el muñeco y encaje el golpe. Lo importante es que esa reforma tributaria no va, y que la clase media, que como no tiene quien le escriba ni proteja iba a ser la mas castigada por los nuevos impuestos, puede volver a dormir tranquila, lo que permitirá que las cacerolas –las únicas armas que tiene para defenderse– regresen a su condición de inofensivos utensilios de cocina.