Andar por la vida, cazando fantasmas y presumiendo la eternidad del poder genera resultados desagradables. De ahí el apelativo constante establecido en las sagradas escrituras sobre que todo tiene su tiempo bajo el sol. En ocasiones, cometemos el sacrilegio de confundir los plazos consignados en las normas punitivas con el carácter divino de la sanción. Y Dios tiene sus reglas.
Por fortuna, aquí en la tierra, purgamos nuestras penas, y llegada la sanción, los lamentos se tornan reiterados dejándole a la capacidad de redención, la posibilidad de exorcizar el memorial de excesos ejecutados en circunstancias donde el arrepentimiento anduvo de vacaciones. Desprevenidamente llega el golpe.
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Creernos inalcanzables, decidir la suerte del resto y prestarse a la obstrucción del que piensa diferente y/o resulta inderrotable, va generando el ambiente para que sus desatinos terminen a merced de la ley del karma. Y el terreno de la política menuda y despiadada produce referentes necesarios porque llega el desquite, y el otrora arrogante, termina prisionero de las causas y motivaciones que, en algún momento, sirvieron para latigar las espaldas del que pensó débil. Por eso, el tiempo obra con la precisión de un reloj suizo.
En el terruño nativo creyeron la historia, y sin ningún tipo de tapujos, el ejército de genuflexos se deleita en relacionarse con el político de origen cubano que, desde una sencilla alcaldía de New Jersey, desarrolló la meteórica carrera que lo llevaría a la presidencia del Comité de Relaciones Exteriores del Senado. Aquí, en la versión caribeña de Sodoma y Gomorra, los paraísos de la región Este dieron riendas sueltas a desbordamientos sexuales combinado con la opulencia de helicópteros y villas gigantescas para la impresión de damiselas locales e impresión de un poder ejercido desde las altísimas esferas en Washington.
Aunque librado de una primera caída, liquidadora de su socio orgiástico como resultado de una acumulación económica espantosa derivada de burlar al sistema de seguridad social estadounidense, se creyó el cuento de hombre inalcanzable, dándole razón de ser al retrato perfecto de la condición humana de que nadie puede contra su naturaleza. Así se insistió en la rutina corrupta transformada en cobrar por favores garantizándole a inversionistas extranjeros un pedazo del ciego en la tierra. En la confianza está el peligro, con la torpeza de esconder diamantes y dinero cash en el hogar, incautado por sus acusadores y prueba inequívoca para validar la condena de 11 años en una cárcel norteamericana. Éticamente derrotado, pieza de escándalo eterno para los suyos y materia de impugnación para un liderazgo hispano que se abre camino en la selva política en una tierra que, llegaron sin retorno, y cada día aumenta su poder electoral.
Ya su nombre no será motivo de miedo entre políticos y empresarios locales que abrieron las compuertas al ruin personaje, hoy transformado en carne de presidio. Anda de su tamaño, calcinado moralmente. Evoco a Dios en su trascendental compasión, pidiéndole que le acompañe en las horas de dolor para él y los suyos. Y desde aquí, recreo en mi memoria, sin una cuota de rabia interior, los actores capaces de articular estrategias perversas en el interés de destruir carreras políticas porque no resistieron derrotas en la jurisdicción del corazón, ocasionando por otros e injustamente imputadas a terceros por una ingenua relación de amistad.
Y llegó el momento de la justicia divina con rostro sancionador. Un Dios obrando para hacernos reflexionar sobre la condición humana y las múltiples maneras de sancionarnos.