Washington.- Amable, generoso y al mismo tiempo un periodista cada vez más influyente e incómodo para Arabia Saudí en Washington, es como amigos y conocidos en la capital de EE.UU. describen a Jamal Khashoggi, el reportero desaparecido a principios de octubre en Estambul.
“No era simplemente un periodista, era una leyenda; en Occidente, en el contexto estadounidense era como el Thomas Friedman o el Fareed Zakaria de Arabia Saudí”, afirma a Efe uno de sus amigos, el analista Sigurd Neubauer, en alusión a dos columnistas famosos.
El reportero saudí fue visto por última vez el pasado 2 de octubre, entrando al consulado de su país en Estambul, donde, según medios turcos y estadounidenses, pudo haber sido asesinado, mientras que Riad ha reconocido su muerte en una pelea en ese lugar.
Neubauer conoció a Khashoggi en 2015 durante una charla que el saudí dio en un “think tank” (centro de pensamiento) en Washington, y dos años más tarde volvieron a encontrarse y desarrollaron una amistad, después de que el periodista decidiera exiliarse en EE.UU. Otros de sus amigos, Mike Franc, director de programas en el Distrito de Columbia de la Institución Hoover, explica a Efe que Khashoggi decidió mudarse en 2017 dejando atrás a su familia porque no tuvo opción.
“El Gobierno saudí cerró su (cuenta de) Twitter y le arrebató su capacidad de publicar columnas”, dice Franc, con lo que Khashoggi se vio entre la espada y la pared, “o renunciaba a tener voz (dentro de Arabia Saudí) o buscaba un sitio donde podía llegar a gente que quería escucharle».
Sin embargo, para este amigo, “la ironía es que si Jamal y MBS (iniciales del príncipe heredero saudí, Mohamed bin Salman), hubieran tenido una conversación sobre política, probablemente hubieran estado bastante de acuerdo, Jamal posiblemente estaba más preocupado sobre las formas autoritarias de MBS».
En ese sentido, Neubauer incide en que lo máximo que Khashoggi llegó a criticar de Bin Salman fue su círculo más próximo. “Sentía que muchos asesores de MBS no tenían una experiencia significativa».
“Una de las cosas que solía decir es que ‘se trataba de un grupo de personas que no puede dirigir ni un club de deportes ¿Cómo van a dirigir un país?’ Esa era su crítica”, zanja Neubauer. Una vez asentado en Washington, Khashoggi se convirtió en referencia para todo aquel que quisiera entender la realidad del golfo Pérsico, y tejió una amplia red de amistades.
Franc lo recuerda participando en compromisos sociales, celebrando el día de Acción de Gracias o yendo a locales a escuchar música. El experto del Instituto Baker para la Política Pública de la Universidad Rice, Kristian Coates Ulrichsen, lo rememora como “una de las personas más agudas” que ha conocido.
“Se adaptó a la vida en Washington en el sentido de que siempre se le demandaba por su conocimiento y experiencia”, apunta Ulrichsen, quien, no obstante, señala que el saudí echaba de menos su país, sabedor de que era casi imposible regresar.
A su juicio, el periodista pudo ser asesinado tan pronto como entró en el consulado saudí. “Es difícil imaginar quién en Arabia Saudí pensó que podría escapar con un acto así -reflexiona Ulrichsen-.
El señor Khashoggi era el crítico al régimen saudí con mayor perfil y con más conexiones». Además, estaba “justo en el corazón de una ciudad donde los saudíes han tratado, bajo la Presidencia de (Donald) Trump, de influir por encima de otros.
Todo esto lo convirtió en un crítico poderoso que las autoridades puede que hayan querido silenciar”, reflexiona. Pese a su perfil, Khashoggi, que era colaborador del diario The Washington Post, nunca imaginó que le fuera a ocurrir algo más allá de ser arrestado si volvía al reino.
Franc evoca un debate en el canal catarí Al Yazira, en el que el periodista participó junto a un experto de un laboratorio de ideas saudí sobre si Bin Salman era un reformista o no.
En un momento, “el entrevistador le dice a Jamal ‘¿Temes ser arrestado?’ Y él respondió ‘sí’, entonces el entrevistador se dirige al otro y le pregunta ‘¿Crees que Jamal debe ser arrestado?’ a lo que la respuesta fue ‘no, no’, pero luego añadió ‘a veces pueden cometerse errores’. Es espeluznante”, lamenta Franc.