«Lo que la ley no prohíbe está permitido”, reza un principio de Derecho. La norma, sinónimo de la ley, es un precepto dictado por la suprema autoridad, en que manda o prohíbe una cosa en consonancia con la justicia y para el bien de los gobernados.
En tal virtud, votar es un derecho consagrado en la Constitución, pero no es una obligación para el elector, quien puede abstenerse de ejercerlo sin arriesgarse a persecuciones o sanciones legales.
El Artículo 208 de la Constitución, relativo a las Asambleas Electorales, establece que: “es un derecho y un deber de ciudadanos y ciudadanas el ejercicio del sufragio para elegir a las autoridades de Gobierno y para participar en referendos. El voto es personal, libre, directo y secreto. Nadie puede ser obligado o coaccionado, bajo ningún pretexto, en el ejercicio de su derecho al sufragio ni a revelar su voto”.
Puede leer: Vladimir Putin, o el poder de matar disidentes
De modo, pues, el día de las elecciones un ciudadano puede abstenerse de acudir a las urnas de la misma manera en que puede decidirse por ejercer el sufragio, porque la abstención es legítima, se identifica con una postura de rechazo o indiferencia hacia las ofertas electorales, adoptada por electores independientes o no comprometidos. Votar es tanto un derecho como un deber moral o de conciencia, ejercido libremente bajo el sistema democrático.
Únicamente las dictaduras, pretendiendo dotarse de la legitimidad que adolecen, aplican drásticas sanciones al abstencionista, por eso obtienen altas participaciones de apoyo al régimen de casi el 100 por ciento, casos Venezuela, Cuba, Nicaragua, Rusia, etcétera.
Utilizar la abstención del 47 por ciento que estableció oficialmente la JCE, que goza de fe pública, o especular que esta subió al 70%, es una postura infantil de Leonel Fernández, quien al fantasear la supuesta “abstención inducida por el gobierno”, aviva el recuerdo de su famoso “algoritmo” falsamente imputado al danilismo para justificar el descalabro frente a Gonzalo Castillo en las primarias del 2020.
En lugar de la abstención, Fernández debería enfocarse en la baja votación alcanzada por Fuerza del Pueblo. Su modelo goebbeliano –“miente, miente, miente que algo quedará, mientras más grande sea una mentira más gente la creerá”- ha colapsado, y solo quedan desacreditar a los ganadores, el PRM, Luis Abinader y la JCE, pero jamás hacer un análisis introspectivo sobre las causas de su inferioridad electoral.
Fernández, cuando pierde, no respeta las elecciones ni felicita al que las ha ganado.