De manera burda, por humillante, pretenden presionar a China para que autorice otra investigación sobre el origen del coronavirus cuyo resultado tiene que ser necesariamente, no otro, el “escape” del laboratorio. La exigencia es de tal acritud y humillación fragrante que no habría Gobierno digno que la aceptaría. Es la intención, para entonces recurrir al trillado argumento de “falta de transparencia”.
Lo de “casi perfecto” es, por un lado, porque el truco está gastado y, por otro, porque la estrategia no mella en lo fundamental el respeto que la mayor parte de la humanidad expresa por China. Las pruebas brillan por su ausencia exigiendo que la simple palabra de Washington sustente las acusaciones. Los sofisticados satélites estadounidenses resultan “inservibles” cuando se trata de demostrar que investigadores del laboratorio de Wuhan enfermaron o la existencia de los “campamentos” en Xinjiang. Solo les queda, rememorando viejos tiempos, declarar a China “nuevo eje del mal”. Con tal afán anti chino pareciera que no soportan que el país venciera el virus y siga avanzando.
La ciencia, desde el primer momento, descartó el origen artificial del coronavirus porque es imposible crearlo artificialmente y mucho menos sin que resulte evidente. Científicos internacionales de élite escogidos por la OMS visitaron China y concluyeron que un accidente de laboratorio era “extremadamente improbable” e identificaron como “vía más posible” la transmisión desde un animal enfatizando que este es el tema a investigar y fue el mandato que se le dio al secretariado de la OMS en la Asamblea Mundial de la Salud en mayo pasado. Recordemos que el Panel Independiente constituido por la propia OMS dirigido por la exprimer ministro de Nueva Zelanda y la expresidenta de Nigeria concluyó que la OMS había cometido varios errores e igualmente apuntó a los gobiernos de EEUU y Unión Europea por ignorar las advertencias y algunos asumir actitudes negacionitas con grave daño a sus poblaciones. Tanto la OMS como esos gobiernos buscan desviar la atención. Que políticos intenten escabullir responsabilidades es un problema de sus instituciones y pueblo pero que la OMS, principal agencia de salud del mundo, se someta a presiones y se integre a juegos geopolíticos y contribuya a politizar un tema que su director llamó en múltiples ocasiones a no politizar, puede ser fatal para evitar otra pandemia: estimular la confrontación limita la cooperación. No es momento de proteger cargos sino de asumir deberes globales. Ya 55 países le han escrito al director general exigiéndole más responsabilidad. La inteligencia estadounidense encargada de confirmar, no investigar, el accidente de laboratorio no va a dejar sin argumento a su Presidente, en el mejor de los casos dejará la duda para que siga la manipulación.
Beijing pide investigar casos sospechosos registrados por los Institutos Nacionales de Salud estadounidenses en Wisconsin y otros Estados mucho antes del primer caso oficial diagnosticado, además de otros casos en Florida. Quienes reclaman transparencia están obligados a ser transparentes.
La autoridad científica real, hoy día, para los hombres de ciencia, no radica únicamente en su experiencia sino en ser consecuentemente exponentes de ciencia y no de corrientes geopolíticas interesadas.