Dos años después de su designación en el Ministerio de Relaciones Exteriores, el ingeniero Miguel Vargas ha demostrado que ejerce esas funciones como un gran canciller: profesional competente, diplomático de fino tacto, promotor de la paz y del dialogo continental y trabajador consagrado. No ha sido en vano que la política exterior dominicana ha repuntado durante su gestión y en poco más de 24 meses ha alcanzado hitos históricos.
Al margen de cualquier bandería política, el ingreso de esta pequeña nación antillana al Consejo de Seguridad de la ONU es un acontecimiento memorable que debe llenar de satisfacción a todos los dominicanos; el establecimiento de relaciones diplomáticas con la República Popular de China y la subsiguiente ruptura de antiguos nexos con Taiwán, fue una decisión sabia, valiente y atinada, reflejo de una visión internacionalista de amplio espectro, asumida por hacedores de alta política como el presidente Danilo Medina, segundado por su ministro de exteriores y su equipo.
La presidencia pro tempore del SICA -Sistema de Integración Centroamericana, las abortadas negociaciones para destrabar la crisis venezolana, bajo la mediación del presidente Medina y la Cancillería, subrayaron los postulados pacifistas que nutren el pensamiento exterior actual. La fortaleza del DR-CAFTA con Estados Unidos, en momentos que el presidente Donald Trump retira a su país de importantes convenios internacionales, expone el manejo adecuado de las relaciones con nuestro principal socio comercial y los asociados centroamericanos.
Pero el principal logro del canciller Vargas ha sido deliberadamente silenciado: la campaña internacional prohaitiana contra la República Dominicana, criticada por supuestamente violar derechos de inmigrantes ilegales del vecino Estado, ha sido superada, y los periódicos informes negativos de la OEA quedaron atrás.
Vargas pone en práctica su empeño por el país, y se ha convertido en un gran canciller.