Tenazmente resistentes a la degradación que debe restarles agresividad, los materiales plásticos de un solo uso desafían en este momento con inmensidad acumulada de desechos el equilibrio que debe existir entre producción y consumo. Residuos indestructibles, inmanejables, que dañan recursos naturales (agua, tierra y aire) y aparecen cada vez más asociados a graves enfermedades para humanos y faunas que les llegan a través de los citados elementos. El reciclaje no ha servido a estas alturas para atenuar el impacto nocivo de la basura perenne creándose la urgencia sin precedentes de sustituir a muy corto plazo, y por otra amigable, la extraordinaria variedad de objetos de transitoria utilidad de la que dependen abastecimientos de primer orden para la colectividad. Una tarea colosal y costosa para los medios de producción y comercio que han basado su rentabilidad en técnicas e insumos para brindar productos terminados que avanzan contra la calidad y preservación de la vida de los destinatarios. Retada está la creatividad innovadora a que en ocasiones dan lugar los afanes de lucro de la iniciativa privada pero que resulta deficitaria en República Dominicana.
Puede leer: El lastre de un mal histórico que llena cárceles dominicanas
Como bien se sabe, en muchos lugares del Caribe, en cinco países de poblaciones numerosas de América Latina y en 72 Estados del orbe, el empresariado sigue en pie, con reingenierías que le permiten prescindir de plásticos hostiles ya totalmente prohibidos. Azota una aguda falta de voluntad que aquí fije cauces preservadores del bien público.