El problema no es la ciudad, su mala planificación, la permisividad de autoridades, los gobiernos municipales que permitieron los abusos, se corrompieron con la “permisología”, el acatamiento de órdenes superiores, se hicieron de la vista gorda ante las construcciones ilegales en terrenos precarios. No, no son las autoridades nada más las culpables de los problemas de la ciudad.
Problemas que comprenden el uso inadecuado de los suelos, la ubicación de negocios en calles que no fueron construidas para que se instalaran colegios, clínicas, supermercados, escuelas en vías estrechas, con aceras inexistentes, sin que a nadie les preocupara que esos negocios y establecimientos carecían de lugares donde estacionar los vehículos.
No son las autoridades, nada más, las culpables de que motociclistas, carretilleros, paleteros, vendedores de frutos y frutas transiten en contravía, dificultando el tráfico y poniendo en peligro sus vidas y las de los conductores.
No son las autoridades, nada, más las culpables de que se instale una friturera haitiana en una esquina y sus parroquianos fuercen a los viandantes a tirarse a las calles, para poder transitar, a veces con riesgo de sus vidas.
No son las autoridades, nada más, las culpables de que cualquier carajo, con placas oficiales o no, viole las luces de los semáforos frente a un policía de la Autoridad Metropolitana de Transporte que sólo ve las infracciones que quiere ver.
No son las autoridades las culpables de que cualquier muchacho policía, que no sabe conducir un vehículo, entienda que debe intervenir el semáforo y dirigir el tráfico, sin conciencia de lo que hace. Suerte que no sabe, ni escucha, lo que dicen de su madre.
No sólo son las autoridades las culpables de que una pila de intolerantes fuerce situaciones en medio de las principales avenidas, a las horas pico, para intentar rebasar por donde no cabe su vehículo y adelantarse a los demás, aunque le pese al demonio y a toda su compañía, como decía mamá.
Definitivamente sí es culpa de las autoridades, de todos los gobiernos pasados y del presente, la increíble, abusiva y súper costosa cantidad de vehículos de personas que salen hacia el trabajo, llevan a los niños al colegio o a la universidad, la mujer sale en otro carro, ambos se estacionan frente a sus lugares de trabajo, de ocho de la mañana a cinco y media de la tarde y luego a casita, a cenar, ver televisión y dormir.
Toda esa diarrea de divisas se invierte en vehículos, por culpa del gobierno al que le faltan pantalones para crear un sistema de transporte colectivo, decente, higiénico, eficiente y seguro.
Por eso colapsa Santo Domingo desde que amanece hasta que anochece, de lunes a sábado.