A la arquitectura dedican los máximos elogios, desde “el arte para vivir” hasta “la madre de las artes”, y tanto una portentosa avenida como un hermoso edificio suelen cautivar la atención. Aquí, tenemos la suerte de dos excelentes revistas de arquitectura – no las hay para las demás artes -, y el Banco Central de la República Dominicana acaba de poner a circular el libro de una personalidad excepcional del diseño, de la planificación, de la construcción: “Rafael Tomás Hernández, La ciudad del hombre”.
La colección –incomparable en el país por su rigor y su diversidad- producida por el Departamento Cultural del Banco Central, se ha enriquecido con un libro, único prácticamente por tema y autoría, cuyo contenido atrae, sorprende y más aún deslumbra.
Requiere una contemplación pausada y repetida de imágenes especiales –por ser fotos espectaculares, desconocidas y conocidas… -, y ciertamente pide varias lecturas.
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La ciudad del hombre y mucho más
Si el volumen se centra en el ingeniero arquitecto Rafael Tomás Hernández, conocido, querido y valorado unanímemente, que entregó 65 años de su vida a una profesión siempre ejercida con sentido social y humanista, que antes de tiempo o “a tiempo” se preocupó por la naturaleza, su preservación y su biodiversidad, que igualmente tuvo muy en cuenta la estética y la innovación formal, aquí admiramos una labor de equipo, extraordinaria.
El editor, que asciende al nivel de coautor, es Gustavo Moré, no solamente afamado arquitecto, sino también director de Archivos de Arquitectura Antillana, escritor esclarecido, periodista y crítico especializado, sin olvidar un talento de músico y jazzista…
Para los 60 años del Banco Central, escribió el gran texto sobre la obra arquitectónica de Rafael Calventi y para este mismo amigo de entonces, hizo un ensayo y compendio de la arquitectura dominicana.
Creo que nunca habíamos leído una “Entrevista” comparable al diálogo entre Rafael Tomás Hernández y Gustavo Luis Moré, emprendiendo “los caminos de la memoria”.
Muy extensa, abarca la anécdota del niño de Tamboril abrazando un samán y los años emergentes, luego recorre la experiencia profesional e infinita, apasionada y apasionante, pero no queríamos que tuviese un final…
Posee una fuerza emotiva inaudita, con una sinceridad maravillosa y agradecida -así las relaciones con el presidente Joaquín Balaguer-, dejando al lector, fascinado y perturbado. No parecen preguntas y respuestas, sino un dúo acordado, melódico y profundo.
Y esta sensibilidad, este afecto entre arquitectos igualmente vibra en el prólogo de Pedro José Borrell, discípulo del “maestro”.
Una carrera fabulosa
Siempre afirmamos que los artistas escriben bellamente y a ciencia cierta…
Rafael Tomás Hernández lo demuestra, “manejando la pluma” tanto en recuerdos emocionados como en el relato, descriptivo, ideológico y político aun de sus obras, que representan décadas de concepción, construcción, urbanización, capitaleña y dominicana.
Y al disfrutar esas páginas, uno se pregunta si, en vez de evolucionar, no se está “involucionando”. Casi al final, la invocación “Crimen laesae patriae”, más allá de la reflexión, sobrepasa el cuestionamiento y humidifica los ojos. Es evidente que “la ciudad del hombre” debe estar en las bibliotecas universitarias, al alcance de los futuros arquitectos y sus pantallas.
El presente y el porvenir de la(s) ciudad(es), tan diferentes, no permiten el retorno a la fe y al compromiso de Rafael Tomás Hernández. Sin embargo, el pensamiento subsiste, y admiramos la modestia de quien, paso a paso, ha recorrido todos los peldaños de la responsabilidad profesional, vigente y vigilante en cada proyecto y realización urbana….
Evitamos las alusiones personales, pero don Rafael Tomás Hernández nos hace presentes el afecto y la consideración que le tenía mi esposo Mario Tolentino, la valentía, el temperamento, los dotes, las vicisitudes de una familia, hasta la redención de uno de sus miembros.
En muy pocas palabras, gracias al Banco Central por ese testimonio de la vida dominicana.
Obras urbanas de Rafael Tomás Hernández
La Vivienda Popular, 1955-1966. El Ensanche Luperón, 1957. Matahambre, 1966. Plaza La Trinitaria, 1966-1967. Guachupita, 1966-1967. Renovación urbana, período 1986-1988. Avenida Jiménez Moya, 1967. Los Guandules Avenida Francisco del Rosario Sánchez, 1968. Villa Duarte, 1968. Av. 27 de Febrero, 1975. Plazoleta Independencia, 1975-1978. Honduras, Desarrabalización, renovación y vialidad, 1969. Loma del Chivo, 1969. Villa Estela, Barahona, 1970.
Heralva 1955. Edificio Arah, Casiohogar, El Caliche, 1986. Parque del Este, Los Mameyes, 1987. Puerto Isabela (Hoyo de Chulín), 1987. Avenida de los Reyes Católicos, 1987. La Zurza, 1988. Avenida Ortega y Gasset, 1990. Cementerio Cristo Salvador. Conau, Cinturón Verde, Plan Indicativo para Desarrollo de Zona Norte, Parque Mirador Norte, Avenida Mirador Norte, 1992. Nueva Isabela Guaricano, 1993.