Ni es cabeza, ni son los pies; más bien anda por el ombligo. La clase media no llega a ser cabeza, no tiene el nivel, ni el poder económico para la toma de decisiones, acción privilegiada y reservada para la pequeña élite; tampoco llega a ser los pies, función que cumple la clase baja, que siempre recibe el peso de todo el cuerpo y a la que le toca dar las pisadas. La clase media, gracias su nivel técnico – profesional puede acumular un nivel de renta que le permite librarse por poco de dar las pisadas, aunque cada vez estamos más cerca. Dentro de unos años, si la cosa sigue como va, estaremos hablando de los muy ricos y los pobres de solemnidad.
Latinoamérica es la zona más desigual, esto significa que muy pocos tienen mucho y que muchos tienen muy poco, por lo que este nivel de desigualdad conlleva a diezmar la cada vez más reducida clase media. Nuestro país, lamentablemente no es la excepción, tal vez aquí se manifiesta aun más dicha desigualdad.
Nosotros la clase media, que todo lo logramos con sacrificio, que empujamos del carro cual si fuéramos caballos, donde encima llevamos toda la carga. Nosotros, que somos víctimas de éste sistema descabellado, que nos lleva con la soga al cuello; el oxigeno nos falta y ya nuestros pulmones no funcionan, se llenaron del polvo de la injusticia.
Injusto sistema que cada vez nos quita más y nos da menos. Somos el estrato social que mantiene las recaudaciones, gracias al consumo; aquí los ricos se llevan un gran pastel en exenciones fiscales y los pobres no tributan porque primero deben sobrevivir. La clase media paga impuestos, pero no usa los hospitales que se construyen y equipan con sus aportaciones, y no lo hacen porque no tienen confianza en lo que existe, prefieren endeudarse y hacer un “viajecito” a Miami y tratarse allá, como hacen los ricos pero sin deudas, solo tienen que tirar de un seguro medico internacional que su nivel económico les permite.
La clase media tributa, y lo hace mirando de reojo las majestuosas escuelas públicas que se han construido, pero no llevan a sus hijos a estudiar ahí; porque no confían, ¿y cómo confiar cuando ven los resultados de las evaluaciones de los estudiantes del sistema público educativo?, nuevamente prefieren endeudarse y llevar a sus hijos a costosos colegios privados, como hacen los ricos, pero estos lo hacen sin la deuda.
Qué decir de la seguridad ciudadana, tampoco confían. Cuando observan que en la mayoría de los actos delictivos hay al menos un policía, imagínese usted… por eso muchos han optado por pagar una seguridad privada en sus vecindarios, muy probablemente endeudándose también para esto; los ricos también lo hacen pero sin deuda. ¿Y qué les puedo decir del servicio eléctrico? bueeeeno…alguien por la década de los 90 habló del fin de los apagones, sin embargo ahí están como en el primer día, la clase media sigue desconfiada y aun en los barrios “24 horas de luz” siguen teniendo “clavados” sus inversores o “plantas eléctricas”.
La clase media sigue tributando, sigue cargando, sigue aguantando; pero en mayor medida sigue desconfiando. ¡Nos tienen contra la pared! ¿Cuánto tiempo podremos aguantar?