Desarrollar competencias duras – conocimientos- es importante, pero dentro de la escuela debemos admitir que el modelo bancario el de “llenar a nuestros chicos de conocimientos” no ha ayudado a elevar los resultados de aprendizaje.
El conocimiento sin análisis, el saber sin intencionalidad de comprender y resolver problemas nos ha entregado décadas de hombres y mujeres que en sus vidas productivas solo saben memorizar datos para una determinada ocasión, y que en el día a día muestran limitadas capacidades para solucionar o sobreponerse a los problemas cotidianos.
No basta con el conocimiento. Necesitamos producir ideas, desarrollar el pensamiento crítico, la capacidad de buscar soluciones a problemas: cuestionarnos, analizarnos. Somos competentes cuando basado en nuestras posibilidades utilizamos de manera flexible las distintas capacidades para poder enfrentar la vida cotidiana y con la misma habilidad enfrentar las situaciones que requieren de nuestras destrezas y racionamientos más lógicos.
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Los datos y reportes de prensa, día con día nos muestran que tanto estamos errando. En nuestro país las riñas y rencillas son las causantes de la mayoría de las muertes violentas, y el que aún no se haya diseñado una política pública nacional multisectorial que trabaje junto a la población temas tan importantes como … sistemas gratuitos y accesibles de mediación comunitaria, educación para el conflicto y justicia restaurativa (Civolani, 2020)., son indicadores de que hace falta una visión más incluyente, donde la educación y la promoción de mecanismos pacíficos de resolución de conflictos, sean los rieles sobre los que transiten nuestros ciudadanos.
Las competencias ético-ciudadanas son ese conjunto de habilidades cognitivas, emocionales, comunicativas, además de conocimientos y actitudes que; articulados entre sí, hacen posible que la persona pueda verse como parte de una comunidad -como un ciudadano- actuando constructivamente como sujeto de derecho y para una sociedad democrática. Estas competencias mencionadas permitirán que los ciudadanos contribuyan activamente a la convivencia pacífica; participen responsable y constructivamente en los procesos democráticos y respeten y valoren la pluralidad y las diferencias, tanto en su entorno cercano como en la sociedad y en el mundo.
Sin importar el gobierno de turno o los colores, todos tenemos un norte claro al que aspiramos “vivir en paz, ser respetados y escuchados”, pero para esto es necesario que esas metas comunes sean lo que guíen nuestro accionar y nos convoque a generar alianzas, acuerdos. La escuela comienza y termina con esto: Una política pública que fundamente su actuar en la necesidad de promover una educación integral de calidad, que forme mejores seres humanos, ciudadanos con valores éticos, respetuosos de lo público, que ejercen los derechos humanos, que cumplen con sus responsabilidades sociales y conviven en paz.
La educación esta llamada a ser el motor que movilice las transformaciones sociales, generando oportunidades legítimas de progreso y prosperidad para cada persona y para el país. Pero para esto, nos merecemos una educación integral, competitiva, flexible y pertinente, que contribuya a cerrar brechas de inequidad y por ende, abierta a la participación de toda la sociedad.