La complejidad de lo que llamamos libertad

La complejidad de lo que llamamos libertad

Claudia Rita Abreu

La democracia es compleja, porque en los eternos debates sobre su fortalecimiento, pareciera para algunos, que es sencillamente permisiva.

Yo siento, que fuera de aquellas personas que nos interesa la política, creemos en el fortalecimiento institucional y del estado de derecho, lo que se percibe al otro del camino, es una ansiedad por ver resultados simples y rápidos, sin reparar en las consecuencias sobre la debilidad del sistema democrático.

Tengo la impresión que el autoritarismo, referente al abuso de la autoridad para quebrantar los procesos de transparencia del uso de recursos del Estado, violar leyes laborales y pagos de prestaciones, atropellar debidos procesos judiciales, entre otros, es confundido con la falta de autoridad para impedir el crecimiento de la delincuencia, la sensación de desprotección por parte del Estado ante ciertas vulnerabilidades de los individuos, ya sea por asuntos económicos, migratorios o por temas de salud, seguridad, etc.

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La cultura democrática que va decreciendo entre la ciudadanía dominicana, según los datos de Latinobarómetro, es preocupante.  El 62% de los entrevistados se siente insatisfecho con la democracia, sin embargo, en el 2015, el 54% de los dominicanos se sentía satisfecho con los resultados del régimen democrático. De esos satisfechos con la democracia ya en el 2020 marcaban un 39% y ahora en el 2023 están en 36%.

Pero sólo para quienes entendemos lo mucho que nos ha costado construir esto que tenemos después de las dictaduras vividas por nuestros padres y madres, que llamamos democracia, basada más que nada en la capacidad del derecho al voto, de elegir y ser elegidos, como, la supuesta libertad de expresión de la que gozamos, se nos dificulta comprender cómo la idea de un posible regreso a regímenes totalitarios se le pudiera parecer atractiva a una sociedad tan necesitada de “melaganariedad” como esta.

Es común que en el razonamiento de las personas, nos encontremos con jóvenes clase media que quisieran una solución extrema, como que fusilen a todos los choferes de los sindicatos de transporte, que eliminen a los motoristas, porque sencillamente no se han sentado analizar el papel en la economía y en los productos que consumen que juegan estos individuos. Aunque, por supuesto, regular el tránsito, tomar medidas más serias de seguridad, es un deber del gobierno y una demanda social, estas salidas extremistas dichas con cierta angustia y frustración, aunque caigan en chiste, son producto de las debilidades del sistema.

Del mismo modo, oímos personas que dicen que a todos los políticos deberían de estar presos. Hablan de mano dura, pero cuando le preguntas que si ese dictador que quieren les tratara como delincuentes por cualquier infracción y sin mediación legal alguna, entonces no saben cómo responderte.

El deterioro de la institucionalidad, la decepción, el atraso en los servicios del Estado y los sistemas de transparencia, para mi, son parte del desapego de la ciudadanía en su satisfacción con la democracia. 

El PRM en su gobierno, no ha hecho nada en función de reforzar nuestra cultura democrática, probablemente no les interese.