La convención del PRM

La convención del PRM

Guido Gómez Mazara

En horas, el Partido Revolucionario Moderno (PRM) tendrá la oportunidad de seleccionar su candidato presidencial para las elecciones del 2024. Y al hacerlo, sus bases podrán pasar balance de la actual gestión, sus políticas gubernamentales y empatía con la dirigencia de la organización.

Un ejercicio democrático necesario, en capacidad de exhibir cuotas de madurez y la indispensable observación ciudadana que impulsa y/o obstruye los votos para preservarnos en el gobierno.

Aunque en segmentos del funcionariado no se entiende correctamente, las razones del triunfo en el 2020 combinaron hastío de la sociedad respecto del exceso, arrogancia y prácticas de corrupción del PLD. Por eso, más allá del interés en preservar un ejercicio decente, los perremeístas sienten distancias en múltiples aspectos de la administración gubernamental. Ir a sus estamentos medios y de base, constituye un encuentro con altísimos niveles de insatisfacción que provocan la pérdida de autoridad de algunos dirigentes sin influencia en sus áreas de trabajo político y desprovistos de poder para entusiasmarse con la oferta interna que representa la continuidad.

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Como en el partido que dejamos atrás, la conducta institucional terminó dejando escasos espacios a procesos democráticos y estructurado la idea de que la nómina pública decidía por sus bases. Por desgracia, al subestimar el espíritu de libertad de sus bases y dirección media, la ira y desquite por vía de un voto de castigo representa la oportunidad de oro para enmendar comportamientos incorrectos y desdén hacia los reales arquitectos de la victoria.

La fatal lógica de instrumentalizar las relaciones entre cúpula y el resto de los segmentos partidarios, adquirió niveles de locura, en la medida en que criterios selectivos alrededor del acceso al empleo y ámbitos de acciones distantes de la histórica base social del PRM se constituyeron en regla de actuación oficial.

Quiero repetirlo, lo del torneo interno para seleccionar la candidatura presidencial, no se trata de cambiar de caballo sino procurar un nuevo jinete. Así se consigue una verdadera conexión con los sectores que con bastante entusiasmo cerraron filas con el cambio y sienten que no llenó sus expectativas.

Siempre las bases de los partidos actúan con mayor inteligencia que sus cúpulas. Por eso, al subestimarlas, asignan el combustible de indignación capaz de articular resultados inesperados.

A los perremeístas les conviene una esperanza que interprete la viabilidad de un cambio dentro del cambio. Volver a la cercanía con los ciudadanos, entender sus urgencias, reivindicar el pensamiento de José Francisco Peña Gómez.

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