En sentido general puede catalogarse como aceptable la todavía inconclusa convención nacional del Partido Revolucionario Moderno (PRM), celebrada el pasado domingo, para escoger nuevos dirigentes de la organización opositora.
Con menos de la mitad de los votos computados, sustanciales fallas logísticas y de organización que obligaron a posponer las votaciones en provincias, municipios y el exterior, ya se perfila la elección del senador José Ignacio Paliza en la presidencia del PRM junto a la señora Carolina Mejía para la secretaría general. Por el momento se desconocen los elegidos para ocupar las restantes posiciones ejecutivas a nivel nacional, provinciales y municipales.
Antes de iniciarse las votaciones circuló la versión de un acuerdo tras bastidores entre Luis Abinader y el expresidente Hipólito Mejia para que, bajo sus respectivas orientaciones, las bases eligieran la dupla Paliza-Mejía para los altos cargos del PRM. Los resultados parciales parecen confirmar la especie.
Concedo que la primera prueba de fuego del PRM, fundado hace cuatro años como escisión del PRD de Miguel Vargas, ha sido aceptable en términos de manifestación pacífica y demostración de que las primarias cerradas con el padrón propio de cada partido son perfectamente ejecutables.
Pero el conteo lento y la incierta participación, cuya cifra oficial jamás será conocida, afean los resultados debido a las renuncias de candidatos y la celebración de las complementarias pendientes. Creo que la participación ronda entre el 25 o 30 por ciento de los registrados, cifra bastante inferior al 40 o 50 por ciento que ha mencionado el presidente de la comisión organizadora.
De todos modos, el PRM coloca una presión extra sobre el partido de gobierno, que parece desgastarse en una disputa estéril acerca de una eventual reforma constitucional para la repostulación del presidente Medina.