El espectáculo de los que evitan hundirse en la derrota política entregándose en brazos del probable ganador, es apenas la superficie de nuestra tragedia.
Acostumbramos a mirar hacia el Gobierno y los políticos como los principales o acaso únicos actores de dicho drama. Mas, la corrupción, en cualquiera de sus manifestaciones, sus causas y consecuencias, es un asunto de nuestra cultura, local e importada, de clase o de grupo.
Pero la que más preocupa en los recientes episodios, es producto de las actuales estructuras de poder y dominación, y los entramados mafiosos que componen o se ligan con el poder del Estado y de la sociedad política y económica, y gran parte de la población.
La corrupción se exacerba y se exhibe inescrupulosamente en momentos de campañas eleccionarias, especialmente porque los diversos actores se empeñan en mostrar los reales o supuestos actos de corrupción de sus oponentes, incurridos en el pasado o en el presente.
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Y en actos y hechos que se exponen a la vista de todos: a) con los que compran, y b), con los que venden: lealtades, servicios, conciencias.
En los recientes procesos electorales han tenido importantes brechas de inserción actores tales como los traficantes de artículos y sustancias prohibidas, circunstancialmente ligados a grupos de poder político emergentes y establecidos, con la mediación de agentes o entidades especializados en lavado de activos, provenientes del narco y de dineros no pagados al Estado; originados en impuestos irregularmente exonerados, y dineros del propio Estado ofertados y pagados, a proveedores y contratistas diversos.
Pero lo más importante es no autoengañarnos (palabra pleonástica), creer o hacer creer que este fenómeno es solo del Gobierno, o de la oposición, o del vecino, o de ateos o incrédulos, o miembros de otra religión.
Tampoco es asunto de creer que la corrupción la inventamos nosotros, o que solo son cosas de nuestros tiempos. Cada tiempo y lugar tiene su propia versión y sus estructuras perversas.
Claro que se trata de un asunto de orden estructural; pero igualmente lo es individual y grupal, y está en los de arribas y en los de abajo, aunque es correcto decir que, cuanto más entendimiento y poder usted tenga mayor es su probabilidad y responsabilidad culposa.
En todo caso, la corrupción de cualquier tipo o especie corrompe y corroe, y pudre y deslíe, y destruye.
La tarea presente consiste en no desaprovechar las oportunidades que nos brinda nuestra precaria democracia, y nuestro defectuoso ordenamiento político administrativo, y ordenamiento social, amenazados permanentemente por soluciones que son propuestas de “más de lo mismo”.
La tarea clave consiste en dar, nosotros los dominicanos, aunque sea un inicial “brinquito dialectico”.
Hay quienes piensan que, si Abinader se reelige, se atreverá a intentar determinados cambios importantes, y aunque sea a dar algunos pellizcos Bukelianos; con su alto precio, desde luego. U optar por acelerar el posible derrumbe de lo poco o mucho que hemos logrado hasta hoy. (De lo contrario, Dios, el pueblo y la Historia se lo reclamarán. Y todos pagaremos por ello).