Nos felicitamos efusivamente a cada llegada del primero de enero aunque como nación permanecemos en deuda de solidaridad y de coincidencias para avanzar como país. Se tiene poco presente que somos una conjunción de individuos en un suelo común que llamamos patria devenida de la fragua de sucesos históricos que hicieron nacer la dominicanidad a la que se pertenece orgullosamente. Un espacio propio que no basta con apreciarlo situándose en buenas intenciones y gestos fraternales si no se escuchan como llamado a enfrentar retos esos campanazos que saludan la alborada de los 366 días bisiestos del nuevo almanaque. Esta construcción colectiva de ciudadanía y de satisfactoria vida en comunidad no ha terminado. Decir que falta mucho por hacer no es mera frase. Debe avanzarse hacia un orden social que propicie bienestar por la obtención de ingresos familiares libres del aplastamiento por inflación; que lleve confianza en su destino a los muchos dominicanos que están preocupados por la delincuencia y por la posibilidad de quedar en retiro sin sustento; que augure menos impunidad a la corrupción que crecientemente se torna difícil de castigar.
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Medidas que ordenen el tránsito y aumenten el alcance de la Seguridad Social. Que el derecho a educarse no continúe en entredicho por baja calidad de la enseñanza y que el desempleo y alto índice de jóvenes sin trabajo ni estudio no aparezcan entre las principales causas de que el país sea tan pronunciadamente el origen de gruesas emigraciones.