La confianza es un activo intangible imprescindible para garantizar la sostenibilidad y el buen desempeño de los gobiernos, de las compañías, de las empresas y de las instituciones. Está demostrado, que la confianza se pierde cuando alguien, por determinadas razones, motivos e intereses, suele no cumplir una obligación, una ley, un acuerdo, una norma, una promesa etc. Cuesta muchísimo esfuerzo, dinero y tiempo crear y establecer la confianza. La mejor estrategia para garantizar la confianza consiste en hacer lo correcto siempre, en cada momento, lugar y circunstancia. En el presente siglo, en el que sobresalen las generaciones humanas denominadas “millennials” y Z, la confianza es un factor de alto valor agregado a la convivencia sana, a la reputación positiva y al buen desempeño.
Los gobiernos, las empresas, las instituciones, las marcas y las personas tienen que hacer lo posible e imposible para que sus audiencias (grupos estratégicos y de interés) no pierdan la confianza en lo que deciden, hacen y dicen. Hoy, hacer lo incorrecto, tanto en público como en privado, es la vía más expedita para transformar la confianza en desconfianza. ¿Cuánto vale recuperar la confianza en un gobierno, en una empresa, en una institución, en una marca, en una persona? La mayoría de las veces es imposible su recuperación, independientemente de la cantidad de esfuerzos y recursos empleados. Nada afecta más la confianza que el incumplir los acuerdos y promesas, el mentir y el manipular la realidad de manera continua.
Cuando la confianza en las instituciones y organismos de servicios públicos se lleva al límite, lo más lógico y normal es que surja la desconfianza colectiva. En este sentido, la actuación y la actitud asumida por el liderazgo político, empresarial, social, académico y profesional de la sociedad dominicana, forma parte de la crisis de confianza actual, la que de no enfrentarse con responsabilidad podría concluir en un caos sin precedentes. ¿Qué pasa con una sociedad donde nadie cree en nadie? La crisis de confianza es tan grave que no existen mediadores creíbles. Ha sido necesario pedir la intermediación foránea.
¿Por qué se pierde la confianza en las personas, en las agencias públicas, en las empresas, en las organizaciones políticas, en los sindicatos, en los gremios profesionales y en las entidades religiosas? La confianza es algo muy sensible y vulnerable. Por ello, en un ambiente rodeado de posverdad, de manipulación deliberada de la percepción individual y colectiva, de agresión continua a la institucionalidad, de irrespeto a la constitución y a las leyes, de violación a los derechos ciudadanos, de uso y abuso sin límites del poder, así como de falta de transparencia; la confianza, como activo intangible, suele perder la credibilidad y se transforma en desconfianza, en crisis y luego en caos. En términos prácticos, la confianza es un sentimiento del presente que permite crear una expectativa optimista del futuro.
¿Quiénes son los principales culpables de la crisis institucional y de credibilidad qué vive y padece hoy la sociedad dominicana? La crisis de confianza siempre tiene detrás a protagonistas intelectuales y materiales. Además, cuando ésta muestra señales de convertirse en caos es porque desde hace tiempo se vienen creando las condiciones para ello. Se equivocan los que creen que la crisis de confianza que actualmente sacude la credibilidad, la reputación y la institucionalidad de la sociedad dominicana. Ésta se inició con la mala gestión y los pésimos resultados de las elecciones municipales del 16 de febrero del año en curso. La presente crisis de confianza, al igual que todas las crisis, tiene sus causas, sus consecuencias y sus responsables.
Entre las principales causas figuran las siguientes: la violación continua y deliberada a las leyes que sirven de sustento a la institucionalidad democrática de la sociedad dominicana, la concepción rentista y clientelar del Estado, la ausencia de una cultura de transparencia por parte de los que gestionan recursos pertenecientes al erario, la intervención de uno de los poderes del Estado sobre los demás. Otras causas son las relaciones por intereses que mantienen los líderes empresariales, laborales, sociales y académicos con los que sustentan el poder político, la poca objetividad de los que gestionan los medios de comunicación masiva, la ausencia de una ciudadanía crítica que cuestione, vigile y sancione el comportamiento inadecuado de los que han sido elegidos para gestionar las agencias públicas, entre otras.
El factor confianza es lo que garantiza la sostenibilidad de las buenas relaciones humanas, ya sea en el plano individual como en el colectivo. Es, además, un activo intangible de alto valor agregado para establecer y mantener la armonía entre los intereses de los gobernantes y gobernados. Cuando las personas, entiéndase los ciudadanos, los clientes y los consumidores, por la razón que sea, pierden la confianza en las agencias públicas y en las organizaciones privadas, entonces aparecen la desconfianza, la crisis, el caos, la ira, el cuestionamiento y la ruptura total o parcial del vínculo.
Lamentarse después que la crisis de confianza ha dañado la reputación, la credibilidad, la imagen pública y la institucionalidad de una sociedad, no es la mejor alternativa para evitar que dicha crisis se transforme en un caos que paralice las actividades productivas y se imponga el sálvese quien pueda. Son los líderes políticos, empresariales, gremiales, sociales, académicos y profesionales los que tienen que propiciar un ambiente de dialogo efectivo y sincero para encarar con responsabilidad las consecuencias que se podrían derivar de la actual crisis de confianza que vive y padece la sociedad dominicana.