“Los conflictos internos entre la vieja dirigencia y las nuevas generaciones han llevado a una parálisis que impide el progreso y la innovación en el partido”. El párrafo que acaban de leer es parte de la carta de renuncia al PLD del miembro del Comité Central y candidato a diputado por Santiago Daniel de la Cruz, quien junto al regidor peledeísta Odalys Tejada son las primeras renuncias que se producen tras el descalabro de mayo.
Y lo cito aquí porque es el primero en plantear desde esa perspectiva la situación por la que atraviesa el PLD, actualmente inmerso en los preparativos de su X Congreso, del que se espera salga un partido renovado, un paso que se entiende necesario para que pueda estar en condiciones de recuperar el espacio que ocupó en la vida política dominicana durante los últimos veinte años. Sin embargo, el renunciante precisó en su misiva que no se trata tan solo de una cuestión de edades, de un conflicto generacional, sino de ideas, “pero hay que reconocer que hay una crisis no solo de mensajes, sino también en quienes los transmiten”.
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Desde fuera es difícil saber cuántos peledeístas de la nueva generación, herederos naturales de un partido que aun tiene mucho que aportar a la democracia dominicana y el desarrollo del país, están conscientes de que ha llegado el momento de asumir las riendas y las responsabilidades que conllevan, pero sobre todo dispuestos a actuar en consecuencia y asumir el desafío.
Daniel Santos de la Cruz, miembro de esa nueva generación, prefirió renunciar en lugar de echar el pleito adentro, aparentemente convencido, especula un servidor, de que la cacareada renovación, al igual que el anuncio del expresidente Danilo Medina de que no continuará al timón del barco que estuvo a punto de hacer naufragar, son una mascarada para burlarse de las esperanzas y expectativas de los que todavía creen que es posible levantar al PLD de sus cenizas y salvarlo de la extinción que le profetizó su “líder y guía”.