No cabe dudas que la grave situación de destrucción interior que vive Haití, será motivo de alta presión durante el iniciado proceso electoral donde el pueblo dominicano elegirá las nuevas autoridades, especialmente el presidente para el periodo 2024-2028.
Se vislumbra un trayecto de creciente injerencia extranjera tratando de forzar al gobierno para, entre otras cosas, ceder espacio territorial fronterizo que facilite operaciones militares de pacificación y la ayuda humanitaria exterior capaz de auxiliar a la población haitiana.
El gobierno dominicano tendría que deponer su derecho soberano a las deportaciones de indocumentados, paralizar definitivamente la construcción del muro fronterizo y permitir el paso libre hacia territorio nacional de haitianos que huyen de la inseguridad y las amenazas de las bandas armadas.
Naturalmente, toda forma de injerencias y presiones políticas sobre un Estado llega siempre acompañada de la consabida campaña de descrédito e intimidación. Dentro del primer entramado se inscriben las declaraciones del señor William O’Neill, un experto de la ONU, quien pidió a los países de la zona parar las deportaciones masivas de haitianos, porque el actual contexto no permite un retorno seguro.
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Las palabras de O’Neill resumen la postura de una parte importante de la comunidad internacional liderada desde Washington por la Casa Blanca, el Departamento de Estado e influyentes organismos como la ONU y la OEA, esta última acaba de votar una resolución importante.
Gobierno y organismos que intentarán jugar un rol determinante en la escogencia del próximo mandatario que saldrá de las urnas. Indudablemente, Washington apoyaría un candidato que se decidiera por inclinar la diplomacia dominicana a su favor, defender sus intereses en el control de la situación haitiana y aperturar el territorio nacional para tales fines.
Y con toda seguridad el injerencismo foráneo en la presente etapa electoral llegará al extremo de constituirse en el principal obstáculo para la reelección del presidente Luis Abinader, dadas su negativa a ceder territorio y reiteradas afirmaciones de que “no hay solución dominicana para la crisis haitiana”, y su más reciente: “la política migratoria dominicana solo la hacen los dominicanos”.
La diplomacia fría entre Washington y Santo Domingo, muestra una relación bilateral que no augura bondades para el futuro inmediato.