La depresión a veces pide auxilio en versos: caso chef Manu Guerrero

La depresión a veces pide auxilio en versos: caso chef Manu Guerrero

Durante la celebración de la Feria del Libro del 2011 estaba en el Pabellón Libro Cocina, que a la sazón coordinaba cuando un jovencito se acercó y me pidió que le dejara hacer un postre para los presentes.

Así conocí a Héctor (Manu) Guerrero (Azua 1991- Santo Domingo 2022), era un poco tímido, pero de mirada franca y abierta sonrisa. Por supuesto, le dije que sí y todos quedamos impresionados con sus dulces sabores y amable presencia.

Luego nos hicimos amigos en Facebook y aunque no nos volvimos a ver personalmente, le veía triunfar en su formación culinaria, en concursos de cocina de televisión y también cuando pasó por las mejores academias del país y luego en México y su último destino, París. Me maravillaba con las fotos de sus postres, les daba like, le comentaba y siempre le pedía que me avisara cuando regresara para cocinar juntos.

En medio de la pandemia regresó al país y poco tiempo después un post de su hermana Maritza avisó de su muerte y luego supe que fue por suicidio. Eso me provocó mucha tristeza y fui a recuperarlo entrando a su página leyendo aquí y allá. Al Messenger a buscar la última conversación, me encuentro con que me había escrito: “Te comparto mis últimas catarsis, que de una manera no intencional han tomado forma de poemas. No sé por qué, pero llegaste a mi cabeza en este proceso. Entonces entendí por qué te he admirado durante tanto tiempo. Un abrazo desde París, y nos vemos este año”. Los versos:

Carta a mi amor desconocido:

Me encantan las sonrisas a medio dibujar, porque todavía no desvelan su intención final.
Imaginar que vienen por morbo, pureza o como el gran antifaz que esconde una enorme pena.

Me gusta tu sonrisa imperfecta, pero casi siempre honesta.

La malformación de tu diente inferior que se superpone al que tiene al lado, para hacerte parecer más tierno de lo que realmente eres.

Me gustan los signos puntuales de locura que muestras cada vez que tomo la última cucharada de helado.

Me gusta imaginarte cerca mío… nuestro; aunque aún no te conozco.

Me gusta imaginarte, cometiendo errores fonéticos, en tus esfuerzos cotidianos por aprender el español, para que comuniquemos mejor.

Me gusta cada ladrillo que hemos puesto para construir este castillo, pero de una forma extraña detesto al castillo en sí mismo.

Tengo la convicción de que podríamos hacer cosas mejores con ellos, la sensación de que nuestras raíces se han enredado entre ellos, es la razón por la que constantemente tengo pesadillas.

¿Y si mandamos todo al diablo?

¿Y si volamos ?

Luego, el 2 de julio, un mes y un día antes de la tragedia, me envió esta nota con estos versos. Los cuales usó para despedirse en su página de Facebook y con ellos, estas palabras: Querida… no sabía si contactarte por Instagram o por aquí. Lo importante era hacerlo, porque sentí hace poco la necesidad de compartirte uno de mis desahogos que solía escribir en mis momentos más oscuros… no se porqué pero sentí la necesidad de compartírtelo:

YO

“Yo les hablo de esa cierta belleza que existe en lo grotesco,
Ese dulce sabor a fruta madura que al saborearlo se vuelve amargo y repugnante, a ese último espasmo del cuerpo humano causado por el susurro de la muerte.

Esa sensación terminada extrema, pero casi imperceptible, de los recuerdos de los excesos anteriores, y de las metamorfosis que habían quedado huérfanas con el descenso de las ganas de respirar.

Les hablo del egoísmo como medio de supervivencia, uno de los más primitivos.

De pasiones cortadas y una colección de máscaras acorde a cada día del calendario, de las caricias que brindan ciertas canciones y de los olvidos inmutados por el tiempo.

Les hablo con la boca llena de flores, con la pelvis hincada de deseos… Con la cabeza en algún aeropuerto y con los ojos mirando hacia la delgada película que divide el mar y al cielo.

Les hablo desde uno de mis “Yo” sensibles, y esto no significa que tengan que darlo como bueno y válido, ni siquiera llevarlo a un título personal, pues esto no es más que una catarsis, de viejos tumores acumulados por el juego perverso de tres agujas de un viejo reloj.

También si como yo, más de uno acá suele saltarse las normas y el orden, podría tomárselo como el prólogo con el que empiezo a escribir mi vida.

¡Qué vivan los excesos!, que nadie me haga creer eso que van contando por ahí de que “todo en exceso hace daño”.

Soy testigo de que no; Siempre fui un asiduo desafiante de los equilibrios, porque aburren, porque te dejan vacío, o si lo quieres leer más bonito te dejan “lleno a medias”.

La muchedumbre te hace creer que estás lleno, solo porque encajas, y eres tan huevón que continúas tu caminito, sin revisar, sin revisarte, sin contactar por ti mismo, si realmente estás lleno, solo vas por ahí creyéndotelo y viviendo con el favor de la masas y los sistemas.

Me rehúso a ser un borrego más, me encanta acariciar la locura…
De hecho tengo una relación muy estrecha con ella desde que tengo uso de razón… En fin, todo esto para decir que en la vida a veces hay momentos para hacer y otros para dejarse hacer. Pero que también a veces todo va de soltar.

¡Abre las manos, coño!.”

El chef Manu (Héctor) Guerrero se fue y nos dejó con bastantes preguntas, tal vez con algunas como estas que él se hacía:

“¿Cuántas veces se le puede romper el corazón a una persona? ¿Se le puede romper más de una vez al mismo tiempo?

¿Es soportable este dolor?

¿Puede el dinero resarcir los daños emocionales?

¿A dónde se fueron las miradas tiernas? ¿En qué se transforma el amor?

Cuando el tiempo haya pasado: ¿Tendremos la capacidad de volver a amar realmente?

Y si nos dejamos llevar, flotando… ¿inertes?

El hueco debajo del hueco, ¿es más profundo que el hueco en sí mismo?

¿Y si nos congelamos en la felicidad?

¿Se mide realmente la eternidad con la vara del tiempo?

¿Que es lo que mueve el mundo ? ¿Qué hay después del placer? ¿Abismos o montañas?
¿Pasará?

¿Nos enseñaron a soñar, o es una capacidad innata del ser humano?

¿Visita conyugal consigo mismo?

Locos, cuerdos o simplemente ser…”

Cuando no se tienen respuesta a tantas preguntas: solo se puede precipitar a hacer algo que que basta a cualquier preguntas que nos supere: silencio. Porque hay respuestas que degradan lo preguntado.

“Un deseo!

Que la tercera guerra mundial, sea una puta orgía en donde todo el mundo se conecte, y que el último soplo colectivo apague al mundo. Que la humedad nos arrope, y que el pudor no sea el juez del último gran acto.

¡Qué muramos de placer!”

Con estos retadores versos de nuestro amigo Manu Guerrero que al final se sorprendió de su propia poesía y que perdió la batalla ante los embates de la existencia:
Cuando llegó carta, la abrí
Cuando oí a Salif Keita, bailé
Cuando el ojo brilló, entendí
Cuando me crecieron alas, volé…
Ojalá se entienda que la depresión no pasa sola y que quien la padece no siempre tiene recursos para salir sin ayuda. Hay cosas, la salud mental es una, que dejadas al tiempo solo pasan a males mayores.

Manu voló pero su alma queda en sus versos, pienso que por algo lo puso en mi mensajería directa.

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