La depresión es una enfermedad mental compleja que afecta profundamente la calidad de vida de quienes la padecen.
Desde el punto de vista médico, se define como un trastorno del estado de ánimo caracterizado por sentimientos persistentes de tristeza, pérdida de interés o placer, fatiga y dificultad para concentrarse. Aunque tradicionalmente se asocia a la psicología, como hematólogo, he observado cómo las enfermedades crónicas y los tratamientos prolongados pueden desencadenar episodios depresivos en pacientes.
Existen varios tipos de depresión. La depresión mayor es la forma más conocida y se caracteriza por episodios severos que interfieren con las actividades diarias. El trastorno depresivo persistente, es menos severa pero crónica. También encontramos el trastorno afectivo estacional, relacionado con los cambios climáticos, y la depresión postparto, que afecta a las madres después del nacimiento de un hijo.
Es crucial comprender que la depresión no discrimina. Puede afectar a cualquier persona sin importar edad, género o condición socioeconómica.
Sin embargo, ciertos grupos, como los médicos, están particularmente vulnerables debido al estrés laboral y la exposición constante a situaciones emocionalmente demandantes. Reconocer y abordar esta problemática es el primer paso para reducir su impacto.