La desescalada

La desescalada

Bonaparte Gautreaux Piñeyro

Durante varios días escuché el canto de los pajarillos, el trinar de algunas aves, llenando el ambiente de sonidos tan gratos que dejé de oír el silencio impuesto por la pandemia. El mundo se había detenido, la prisión de la cuarentena invitaba a pensar, aguzaba el oído, perfumaba el ambiente ¡atrás, Duquesa!

Se escuchaba desde todos los puntos cardinales, provocaba un estado de paz, de tranquilidad, de sosiego. Era como el susurrar del viento entre los altos pinares o la frescura de las aguas de una chorrera cuya música acaricia el oído y alimenta el espíritu.

Ayer, miércoles 20 de mayo del 2020, recibí una gran lección que estaba a mi vista, al alcance de mi audición, el ruido de los motores de los carros, el escándalo del resoplido de los grandes camiones, el paso de las motocicletas, las campanas de los vendedores, el agudo grito de los compradores de chatarras, comenzaron de golpe y los sentidos experimentaron un desagradable despertar: habíamos vuelto a la normalidad anterior al surgimiento de la pandemia.

¿Habíamos vuelto a la vida? ¿Es vivir el ruido ensordecedor de los vehículos cuyos sistemas de escape hieren la tranquilidad de la gente que tiene la mala suerte de escuchar el escándalo que producen?

¿Es vivir experimentar el fuerte y conocido olor contaminante de los combustibles que queman los vehículos de motor, no bien calibrados?

¿Es vivir caminar entre la basura colocada en las calles para ser retiradas por los camines especializados, removida por infelices cuyo único suministro de alimentos seguro es rebuscar entre los que desperdicios, en competencia con los perros?

¿Es vivir la inseguridad el retorno a la normalidad que sacó de sus madrigueras a vendedores y drogas, ladrones de poca monta, homicidas, asesinos?

¿Es vivir la inseguridad que provoca la dificultad de recibir atención médica de calidad, oportuna y tener asegurada la provisión de los medicamentos prescritos por el médico?

¿Es vivir volver a las querellas entre vecinos, al irrespeto a la autoridad, a la falta de solidaridad, a la traición de la amistad, a familias corroídas por el odio, la ambición, las disputas por herencias?

¿Es vivir volver a la ambición de los importadores y fabricantes de medicamentos y las farmacias, que aprovechan la emergencia para subir escandalosamente los precios?

Ayer fue el día cuando vi, sentí, descubrí, el daño que le provocamos a la vida con nuestro vivir. Fue preciso que llegara callada y sin aviso, la pandemia del coronavirus, a imponer la fuerza de la naturaleza contra el absurdo desperdicio y daño a que sometemos, de manera consciente o inconsciente, el medio ambiente en nuestro perjuicio.

Es cierto, avanzamos, hacemos, todo lo posible por nuestra destrucción es una carrera hacia la autodestrucción.