POR JOSÉ LUÍS ALEMÁN S.J.
Por más que un autor quiera evitarlo ejerciendo una autocensura que tape con poco tupido velo de ignorancia sus filias y sus fobias o que urda surrealistas lances y aventuras de toda índole las frustraciones, las ilusiones y las culpabilidades del subconsciente delatan más bien pronto que tarde la personalidad y los compromisos del autor.
El conocimiento de ese camuflaje aparece como el primer enigma de quienes debemos por ingenuidad de sus autores presentar sus libros. Agradezco a Frank Tejada, a quien trato desde nuestro tiempo de asesores económicos del Presidente Guzmán, haberme librado de la obligación de rastrear y olfatear las musgosas paredes del laberinto que él, yo y todos vamos construyendo a lo largo de la vida como mecanismo de ocultamiento de nuestros más íntimos anhelos.
A diferencia de muchos Frank disfruta no ocultando sino pregonando sus preferencias. Quien no lo conozca podrá aventurar la hipótesis de que tal vez la más inteligente estrategia para despistar a curiosos consista en construirse una imagen de enfant terrible sin pelos en la lengua para la crítica de lo que no le parece correcto y para la defensa provocativa de lo que dice que cree, aunque escoja lo que le conviene. Ese no es su caso.
La última motivación del accionar humano es compleja y bastante opaca incluso para el sujeto actor pero Frank dice en general lo que realmente cree y siente. En cierto sentido encarna en el siglo XXI la personalidad del terrateniente patriotero dominicano inteligente, bravo, guapo, apasionado y cultivado que fuera Bonó en el siglo XIX. Ni tanto distan San Francisco de Macorís y Angelina, sitios de sus fundos agrícolas, aunque Frank predique su origen mocano y su formación salesiana.
Eso dicho sobre la personalidad del autor paso a presentar, primero, lo que pudiéramos llamar su ideario y, segundo, el centro de su obra: políticas públicas, gerencia y crédito agrícolas.
1. El ideario de Frank
Tierras baldías o dedicadas a pasto extensivo, débil demanda de tierras por sectores campesinos que se teme, además, las venderán para marchar a la ciudad, abandono de las tierras cañeras, poca iniciativa empresarial, amenaza a la propiedad inmueble y escaso apoyo público para defenderla, mínimo interés por políticas agrícolas, presencia masiva de haitianos en las tierras arroceras y pérdida de importancia del sector agrícola son algunos de los factores que, supongo (porque a mí también me pasa lo mismo), forman el trasfondo emocional del ideario agrícola de Frank Tejada.
Nuestro autor, sin embargo, no sucumbe a la romántica y estéril ocupación de añorar un pasado idílico para quienes fueron relativamente ricos por su iniciativa, y tolerable para la mayoría campesina que a nivel casi de subsistencia no tenía mayores aspiraciones después del trabajo que bailes, gallos, comida y mujeres, si eran hombres, y, si mujeres, largas horas de delicioso palique oral y largos rezos acompañados de mal reprimida imaginaría viril. Frank sabe que la tecnología agropecuaria, la explosión demográfica y los medios de comunicación dieron cuenta en apenas una generación de la contentadiza vida transcurrida a la sombra del bohío. La vida en el campo ha cambiado y de nada vale llorarla ni desear su resurrección.
a) Lo importante entonces es buscar en sí y no en otros el diagnóstico del estancamiento agropecuario para recuperar la dinámica del sector. El, economista y administrador de empresas agrícolas que se llama Frank Tejada ha lidiado tanto con los hombres, los de abajo y los de su nivel y estos han peleado tanto entre sí y con él, que ni vacila en afirmar que el único factor vital de desarrollo es el hombre: Los recursos naturales en abundancia favorecen pero lo único vital en el desarrollo es la mujer y el hombre. Si éstos tienen educación básica, técnica y pasión por el trabajo, el desarrollo económico es acelerado y permanente: ahí están los ejemplos de Suiza y Japón (p. 14).
El papel de la persona en el desarrollo no se reduce de ninguna manera a la cantidad de fuerza de trabajo que ofrezca sino a un conjunto de cualidades que lo adornan: el ahorro, la disciplina, le honradez, la responsabilidad y la perseverancia (el clásico recetario de los empresarios agrícolas tradicionales algo en la línea de Schumpeter) y las nuevas de preparación académica y práctica impuestas por la economía del conocimiento (p. 8) predicada por Peter Drucker.
Resumiendo: la escasez de personas técnicamente preparadas, abiertas al cambio, y trabajadoras explican buena parte del estancamiento agrícola.
b) Las malas políticas públicas del sector, que son expuestas con extraordinaria claridad en el capítulo IV y que trataré más adelante, constituyen un segundo elemento del diagnóstico.
Tejada critica con celo digno de Fray Antón de Montesinos a los seudo-dirigentes (políticos), que en lo único que piensan es en robar y salir millonarios de los cargos públicos y a quienes aplazan decisiones que tengan un costo público muy alto, porque los problemas hay que enfrentarlos y buscar solución para salir hacia adelante. Realidades innegables que a fuerza de ser dichas se han convertido en inocuos lugares comunes de la retórica partidista al igual que la necesidad de luchas transparentes contra la corrupción. Frank Tejada hubiera dejado de ser el impetuoso ser humano que es si no se desahogara. Pero en el fondo su visión del gobernante ilustrado va por otros camino: el de su importancia para el desarrollo de la persona humana: sí hay camino al bienestar digno de la comunidad: lo que se necesita es coraje en nuestros dirigentes y la virtud de pensar y crear, poner a soñar a la mujer y al hombre de que sí se pueden desarrollar, usando la inteligencia y la creatividad (p. 10).
c) Ningún ideario con potencial de arrastre se limita al diagnóstico por profundo que sea; tiene que esbozar además y sobre todo las líneas maestras de un programa de acción. Tejada las ofrece:
Educación: Inculcar al niño la importancia de estudiar, trabajar y vivir amando a su patria, con un modelo de vida de austeridad
El agricultor, a quien está destinado este libro, tiene que conocer muy bien el suelo donde produce sus cosechas, los costos de producción, la gerencia financiera y el punto de equilibrio de la empresa, la contabilidad, los registros de producción y la experiencia en administrar operaciones agrícolas, pero sobre todo ser eficiente (pp. 14 s). Citando a Drucker y desmitologizando la pura inteligencia escribe: la inteligencia, imaginación y saber son esenciales, pero únicamente la efectividad produce resultados Todo ejecutivo debe ser efectivo pero brillan por su ausencia las personas altamente efectivas en la tarea ejecutiva. Brevemente: educar para la acción
El Gobierno debe enfatizar el crédito agrícola, defender el derecho de propiedad y revisar leyes que afectan negativamente el desarrollo rural (cuota parte que entrega al Estado el 50% si éste construye obras de irrigación en obvia contradicción con lo que sucede cuando construye avenidas urbanas), apertura a inversiones extranjeras.
Frank ni cree, con Schumpeter, en la prioridad absoluta del empresario agrícola ni, con Wallich, en el Gobierno como fuerza generatriz principal del desarrollo agrícola. Prefiere un equilibrio, no definido, entre el Gobierno y el sector privado.
d) A la exposición del diagnóstico y del ideario de Frank quiero añadir un comentario personal: aceptando como buenos el diagnóstico y el ideario sobre educación y entrenamiento del agricultor me pregunto sobre si el ideario de políticas gubernamentales no peca de un presupuesto verosímil pero un tanto lejano de la realidad: su orientación prioritaria a una agricultura empresarial técnicamente actualizada para promoción de fincas de escala apreciable sobre políticas agrícolas de promoción de pequeños productores campesinos: semilla, mecanización, extensión, reguío y titulización de tierras.
Efectivamente, en la página 136 el autor nos recuerda que de los 30,290 productores de arroz en 1998, 30,062 (el 99.6%) tenían menos de 500 tareas (28,804, el 95%, menos de 100) y 228, el 0.4%., más de 500 tareas. Obviamente sé que la aspiración de Frank es dinamizar técnica y gerencialmente todas las fincas eficientes. ¿Lo serán todas? ¿Habrá que seguir desarrollando políticas pro pobres agrícolas? ¿No se tragarán estas políticas los fondos necesarios para modernizar empresarialmente las más viables en tamaño? ¿Otra vez justicia social y solidaridad contra eficiencia?
Ciertamente la situación rural difiere drásticamente de la de los mil novecientos sesenta-ochenta tan caracterizada por movimientos de campesinos sin tierra reclamantes de reformas agrarias. La caída de presión popular en este campo no significa, sin embargo, que halla que abandonar una preferencia pública a campesinos tradicionales con poca tierra.
2 Las políticas agrícolas dominicanas
a) El cuerpo del libro que presentamos abarca tres partes partes: una, de los capítulos 4 al 7, dedicada a temas agrícolas generales, otra sobre la gerencia en productos específicos plátano, arroz y leche en los que el autor tiene una larga y exitosa experiencia personal, capítulos 8 al 10, y una tercera parte sobre temas de planificación general de los subsectores, capítulos 11 a 15.
Notables, muy notables y sugerentes, son la información estadística e institucional muchas veces elaborada por el autor mismo, el análisis de las tendencias y, como era de esperarse, el carácter realista de lo que podemos llamar recetario técnico-gerencial agrícola. Sin duda estamos frente a una impresionante fuente de conocimientos, intuiciones y experiencias destinados a mejorar la capacidad gerencial de productores, técnicos y hasta diseñadores de política.
El tiempo me obliga a limitarme brevemente a resumir un catálogo de algunas increíbles decisiones de política agrícola responsables de buena parte del mal estado del sector tal como son analizadas en el largo capítulo 4 (pp. 87 a 154), que junto con el capitulo 5 sobre Agro crédito me resultaron a mí, macroeconomista general , especialmente instructivas, aunque supongo que interesarán más a muchos de los productores agrícolas los tratados sobre la gerencia de cultivos de arroz, plátanos y leche.
A estos cultivos dedican sus esfuerzos buena parte de nuestras fincas agropecuarias: 30,290 al arroz y 65,568 a ganadería. Es posible, sin embargo, que en el año 2005 apenas unas 8,500 fincas con 10 o más bovinos por unidad pudieran llamarse comerciales. La mayor parte de las fincas ganaderas producía para poco más que el autoconsumo (p.329). No se ofrecen datos sobre le número de fincas de plátanos pero sí del número de tareas sembradas con ellos: unas 900,000. Pero retornemos a la presentación de algunas fatales decisiones de política agrícola.
b) Estas decisiones son de dos tipos: uno que discrimina contra la agricultura en general otro que afecta negativamente a algunos sectores como al azucarero y a la gran empresa agrícola.
Dentro del primer tipo de discriminación general figuran dos medidas tomadas en 1984 y en 1985 abiertamente contrarias a las exportaciones agrícolas. En 1984 impuso el Banco Central un recargo cambiario, en realidad un impuesto, del 36% a las exportaciones de azúcar, café, caco y tabaco -prácticamente todas las exportaciones agrícolas de la época.
En enero de 1985 cuando se puso a flotar el peso dominicano frente al dólar se autorizó a los sectores turismo y zonas francas negociar sus divisas en el mercado libre pero las divisas del sector agrícola tenían que ser cambiadas en un mercado controlado por el Banco Central.
Este tipo de medidas discriminatorias se defendieron por la conveniencia de mantener un tipo de cambio sobrevaluado que permitiese altos niveles de consumo urbano e inversión no-agrícola, de crear compensaciones fiscales a desmontes aduaneros o de permitir al Gobierno acceso a entonces muy escasos dólares.
c) El otro tipo de discriminación se dio dentro del sector agropecuario. Frank señala repetidas veces las penalizaciones a la gran empresa agrícola resultante de la cesión obligatoria de buena parte de las tierras convertidas en regables por construcción por el Estado de canales de riego cuando no se hace la misma exigencia a tenedores de terrenos urbanos favorecidos por la construcción, también por el Estado, de avenidas urbanas. Similares asimetrías rural-urbanas se originan en el Código Agrario de 1972: traspasos al Estado de propiedad rural baldía o anulación de ciertos tipos de arrendamiento y aparecerías.
Otro caso patente de discriminación relativa dentro del sector azucarero no referido por Frank Tejada fue el sufrido por el sector azucarero en el período post-Trujillo hasta 1980. El peso de los impuestos a la exportación de azúcar por su peso físico unido al pago del impuesto de la renta cuando había ganancias, a impuestos a ventas nacionales y a transferencias extraordinarias del CEA al Gobierno Central elevaron el aporte del sector azucarero al Gobierno Central al 12.5, 13.6, 22.5, 37.3, 22.4 y 18.7% de todos los ingresos del Gobierno Central en los años 1972-1977.
Hasta aquí mi presentación de Economía Agrícola de Frank Tejada, obra de extraordinaria importancia en la literatura dominicana por el dominio del tema de su autor y por las interrogantes que nos plantea.
Diría que Frank me ha convencido de que a pesar de la calidad de muchos de los Secretarios y Directores de la Secretaría y de Instituciones como el INDRHI, necesitamos una reestructuración global del complejísimo mundo de instituciones públicas que incluya las que se refieren a la agricultura.
Dejo el libro convencido de que no se ha logrado la integración de la política agrícola a políticas nacionales de largo plazo por la sencilla razón de que sobre todo éstas últimas no existen.
Implícitamente Frank plantea que las políticas de reforma agrícola de inicios de los setenta cumplieron tal vez su función social pero obstaculizan hoy en día el renacer de una economía técnica y gerencialmente sofisticada que suele requerir escalas apreciables de tierra, capital y talento. Sin ellas, me atrevo a interpretar lo que nuestro autor no formula tan tajantemente, ni habrá seguridad alimentaría ni aprovecharemos ventajas comparativas en mercados externos.
Pregunto: ¿Qué pasará con nuestros campesinos pobres? ¿No existen cuotas de responsabilidad social empresarial y gubernamental sobre su situación histórica y actual?
Estas preguntas las hago sin intención de herir al autor. A él, y a Berto su querido y admirado padre, fundador de la gran empresa agropecuaria La Altagracia C. por A., no puedo negarles ni conciencia social ni hechos que manifiestan su preocupación por el bienestar de sus centenares de dependientes, eso sí a cambio de trabajo y disciplina. Algo que ví y viví.
Es todo, Frank. No vuelvas, por favor, a ordenarme que presente la parte II de Economía Agrícola. He aprendido mucho de esta parte Primera. Era de esperar pero ha revuelto mi memoria de aquellos turbulentos setenta, de sus héroes campesinos y de mucha gente que no llegaba a esa categoría. Felicidades Frank