Por Ana Virginia Moreira Gomes, Directora Regional de la OIT para América Latina y el Caribe
Las economías y sociedades globales dependen profundamente del trabajo de cuidados, tanto remunerado como no remunerado, para su funcionamiento y progreso. Desde atender las necesidades físicas, emocionales y psicológicas de personas menores y mayores, hasta servicios como la salud y la educación, el cuidado es esencial en todas las etapas de la vida.
Este trabajo se realiza en diferentes ámbitos: en los hogares, por instituciones estatales, organizaciones sin fines de lucro y empresas privadas. Sin embargo, la forma en que se proveen y recompensan estos cuidados tiene un impacto profundo en la igualdad de género y en el desarrollo social y económico.
En reconocimiento a su importancia, la Asamblea General de las Naciones Unidas ha declarado el 29 de octubre como el Día Internacional del Cuidado y el Apoyo. Esta fecha busca generar conciencia sobre el papel central de los cuidados en nuestras sociedades y promover un cambio necesario en su organización y valoración.
La economía del cuidado, que abarca tanto el trabajo de cuidado remunerado como el no remunerado, ha quedado en evidencia como una necesidad urgente durante la pandemia de COVID-19. Esta crisis expuso la fragilidad de los sistemas de cuidados actuales, revelando que el bienestar de las personas y el funcionamiento de las economías dependen en gran medida del trabajo invisible que sostiene la vida cotidiana. El desafío que enfrentamos hoy es claro: debemos repensar la economía del cuidado, situando a las personas en el centro de las políticas y del desarrollo sostenible.
Tres grandes tendencias globales afectan el futuro del cuidado: el envejecimiento de la población, la digitalización y el cambio climático. Estos fenómenos incrementan la demanda de servicios de cuidado, al mismo tiempo que complican su provisión. Un enfoque integral es indispensable, donde haya corresponsabilidad entre el Estado, la sociedad civil, el sector privado y las familias. Sin embargo, el Estado debe asumir una responsabilidad primordial mediante políticas que fomenten un ecosistema de cuidados inclusivo, equitativo y accesible para todos.
Hoy, el 76 por ciento del trabajo de cuidados no remunerado a nivel mundial recae en las mujeres, un desequilibrio que perpetúa desigualdades. En América Latina y el Caribe, este tipo de trabajo representa un tercio del empleo femenino. En algunos sectores como el del trabajo del hogar, con 15 millones de trabajadoras del hogar en la región, el 76 por ciento estaba en situación de informalidad. Además, se estima que la inversión en servicios universales de cuidado infantil y de larga duración podría generar hasta 30 millones de empleos en nuestra región para 2035.
En 2022, el Consejo de Administración de la Organización internacional del Trabajo (OIT) dio un paso significativo al promover una discusión general sobre la economía del cuidado, que culminó con la adopción de una resolución histórica en la 112ª Conferencia Internacional del Trabajo, celebrada en junio de 2024. Este acuerdo tripartito internacional reafirma que, al igual que cualquier otra forma de trabajo, el trabajo en la economía del cuidado no es una mercancía y que todas las personas deben tener acceso a cuidados, incluidos el autocuidado, en condiciones de trabajo decente para quienes proveen estos servicios.
La OIT, con su liderazgo histórico en la promoción del trabajo decente, desempeña un papel clave en el avance de la economía del cuidado. El enfoque de la OIT, basado en las 5 Rs —reconocer, reducir, redistribuir, recompensar y representar el trabajo de cuidados—, es una hoja de ruta clara hacia un cambio estructural. Este marco promueve la creación de empleos formales, el mejoramiento de las condiciones laborales y la representación adecuada para los trabajadores del sector, fortaleciendo un sistema basado en los derechos y el respeto a la dignidad humana.
Invertir en la economía del cuidado es una apuesta por un futuro más justo, igualitario y sostenible. La OIT, a través de su Agenda transformadora de género, coloca el cuidado en el centro del desarrollo económico y social. Con su enfoque tripartito y el poder del diálogo social, continuará liderando este proceso hacia una sociedad más equitativa, donde cada persona reciba el cuidado que necesita y quienes cuidan lo hagan en condiciones justas. El Día Internacional del Cuidado y el Apoyo nos recuerda que el cuidado no es solo una necesidad; es un acto de justicia. Promover sistemas, políticas y licencias de cuidado más fuertes e inclusivos es la base de un mundo más equitativo, donde el bienestar colectivo y el trabajo decente vayan de la mano.
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