La economía del comportamiento establece algunos indicadores que predicen o miden los resultados de comportamientos y conductas de las personas a partir del crecimiento económico, de los servicios que demandan, de la calidad y calidez de vida en que viven y del acceso que logran al desarrollo social.
Alcanzar crecimiento económico no siempre guarda relación con resultados éticos, en valores y costumbres de las personas. Nuestro país ha crecido económicamente, su economía se ha fortalecido, su Producto Interno Bruto también ha crecido; así mismo han crecido los servicios, el consumo, las estructuras para el desarrollo, y el ahorro. La sostenibilidad macroeconómica, la inflación y el crecimiento han sido sostenidos de forma progresiva.
Sin embargo, los resultados del bienestar, la felicidad y el acceso a servicios de calidad, más la seguridad del bienestar social a largo plazo, la pensión digna y la vida digna y segura, no existen los indicadores de credibilidad, confianza y sostenibilidad.
Por otro lado, existe un divorcio tangible entre el crecimiento económico, el acceso al consumo, el comportamiento ciudadano y la conducta ética y responsable en hacer lo correcto del ser social dominicano. Los malos hábitos, la falta del orden, el respeto por las normas, respetar la convivencia, practicar la transparencia y no saltar las reglas, al dominicano se le ha hecho difícil para no decir imposible. Comportamiento como desmontarse de una jeepeta del año en una carretera a orinar, con la familia en plena vía pública y haber pasado por diferentes paradas y bomba de gasolina que prestan el servicio de sanitario, o tirar botellas, vasos, comida en la carretera. Pero qué decir de los peloteros dominicanos que encabezan la lista del dopaje, pese a que se les informa, se le da el seguimiento, se les fiscaliza el uso o abuso de sustancias prohibidas, y son recurrentes a transgredir las normas, violar los contratos y acuerdos, traicionar al equipo, a los fanáticos y familiares. Ese comportamiento es propio de la cultura, del comportamiento y del sistema de creencia del dominicano que no modifica sus hábitos y conducta, pese a su crecimiento económico.
Pero igual pasa con la violación a las normas de convivencia en una torre, edificio, urbanización o plaza de trabajo; no importa que tenga un título universitario, una maestría o un PHD, a cientos de dominicanos se les hace imposible respetar y aceptar las reglas, el reconocimiento de derechos de las demás personas y de los espacios.
Otro comportamiento diferente se percibe en los políticos, empresarios, sindicalistas, universidades, hospitales, clínicas, o instituciones de servicios, no respetan las reglas, no ofrecen servicios de calidad, no dan garantía ni se someten a protocolos, ni transparencia ni regulaciones, ni establecen compromisos sociales con el desarrollo sostenible de la sociedad; más bien, cada quien establece su propio marco de referencia, y su propia individualidad.
El ciudadano de a pie, tampoco cumple, habla mentira, trata de engañar, violenta la convivencia, irrespeta la autoridad, desconoce las leyes, derechos y deberes como ciudadano que debe convivir con tolerancia, solidaridad y altruismo social.
La economía crece, el ciudadano dominicano no modifica su conducta, su sistema de creencia, sus valores y su ética social. Hoy sabemos que en esa economía debe crecer la educación, la salud, el comportamiento y conducta social de los buenos tratos; de un dominicano que se niegue a hacer lo incorrecto, que sea correcto, que no hable mentira, que no manipule, ni se victimice, ni haga trampa, ni tenga tres o cuatro conducta distinta en una misma personalidad social.
La educación, la familia, los valores, la inversión en el bienestar social paren mejores ciudadanos, no la economía por el mero hecho de crecer.
Para cambiar al ser social y producir los nuevos hábitos, hay que gerenciar y trabajar un aprendizaje del nuevo perfil del dominicano; un perfil que sea el producto del desarrollo socioeconómico, educativo y cultural; pero que también reciba el sistema de consecuencia, los castigos, penalización y fiscalización de forma integral.
Hace tan solo 20 años Taiwán y Singapur eran países con el mismo PIB que nuestro país y tenían el mismo desarrollo. Hoy, son países con otro tipo de ciudadano producto de la combinación: crecimiento y desarrollo humano; dos cualidades para el bienestar social, que necesita la República Dominicana para parir un ciudadano que se corresponda con el siglo XXI.