Una de las arduas labores que emprendieron las sufragistas dominicanas, a través de la revista Fémina (1922-1939), consistía en dotar de referentes a todas las mujeres de que si era posible alcanzar la ciudadanía, dejando de ser sujetos apolíticos. Sin dudas, la ilustración de las mujeres, la educación, se constituye en una de las banderas blancas de esta revolución de las que hasta hace poco creíamos invisibles por la facilidad con la que ha sido colocado en nuestras mentes las «metáforas del silencio».
Y, si bien en la revista Fémina se pueden encontrar las agencias de más de 200 mujeres, las educadoras que guían a nuestras maestras normales, colocan los programas de reformas de la «segunda ola» del feminismo como una posibilidad necesaria.
De hecho, al referirse a los beneficios de la instrucción para las mujeres, tanto Petronila Angélica Gómez Brea (en 1923) como Elvira García García (1924) y Lara Fernández (1932), abordan la profesionalización como fundamento para respaldar sus solicitudes a favor de que se les permitiera cursar y ejercer carreras liberales, emancipando a las analfabetas y consolidando nuevos ámbitos de participación.
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Lola de Cizne (pintora retratista de Roma, vivió 80 a.C), Abella (doctora en el siglo XIV), Agnodice (pionera en la ginecología), Mdme. Cocy (feminista estadounidense); Miguelina Acosta Cárdenas (primera abogada peruana); y las Hermanas Mercedarias (religiosas establecidas en Santiago de los Caballeros) son nombradas como genuinas educadoras que guían a nuestras sufragistas.
“Creo que el problema más trascendental de la República Dominicana estriba en la cuestión educativa; necesitamos intensificar ostensiblemente las actividades de la instrucción como único medio de eliminar por completo el analfabetismo que nos aniquila, dando paso, al mismo tiempo, a una civilización bien entendida”, escribe Fernández.
La guatemalteca Josefina Saravia, en 1937, también aboga por los beneficios de la educación desde el signo de la madre al representar en Nancy Hanks Lincoln (madre de Abraham Lincoln) y Mary Ball Washington (progenitora de George Washington) como símbolos de hogares dirigidos por mujeres instruidas y sus influencias en el progreso de un país : “Por eso pienso que los pueblos ideales de la posteridad, serán aquellos que sepan atender preferentemente a la verdadera educación de la mujer, comprendiendo en aquella preferentemente a la formación de su carácter, porque solo formando buenas madres, podrá llegarse a formar buenos pueblos”.