Apagar luces, revisar los recibos, usar mucho menos el aire acondicionado sin importar el calor, controlar el uso de dispositivos… pero no hay manera: por más que intente reducir el consumo, la factura de la energía eléctrica es el doble y nunca, al parecer, bajará de ahí.
Mi casa es pequeña y vivo sola. Pese a ello, no logro que mi facturación baje: según Edesur, sin importar lo poco que esté en mi casa y que muchas veces solo vaya a dormir, siempre sube.
Pensando en lo sacrificado que resulta pagar la energía cada vez solo pude reír cuando el presidente Luis Abinader dijo que detendrán próximas alzas en la facturación. ¡Cómo si ya no hubiese aumentado un montón!
Por más paciencia que uno intenta tener, conscientes del nefasto panorama internacional, la impotencia se va apoderando cada día más de nosotros porque vamos viendo cómo se reduce nuestra calidad de vida: ya no estamos hablando de encender el aire porque para algo trabajo, sino de pensarnos hasta el bombillo.
En mi casa me enseñaron a arroparme hasta donde la sábana me alcanza y, por tanto, a ahorrar en los tiempos malos. De seguir esta escalada, sin embargo, terminaré usando un pequeño retazo. Hasta ahí, seguro, llegará la paciencia.