La escuela como espacio protector y garante de derechos: una responsabilidad compartida

La escuela como espacio protector y garante de derechos: una responsabilidad compartida

Elisa Elena González

La escuela es una construcción social fundamental que desempeña un papel crucial en la educación y formación académica, así como en la protección y garantía de los derechos. Su misión va más allá de impartir conocimientos, ya que busca ser un espacio seguro y protector para el estudiantado, donde se promuevan y respeten los derechos humanos, y se fomente un entorno inclusivo, de confianza y comprensión.

Tanto la Convención sobre los Derechos del Niño como la Ley 136-2003 reconocen el derecho a la educación, a un trato respetuoso y digno, y a la protección contra la violencia, el abuso y la discriminación.

Hace algunos años, nuestras preocupaciones en la escuela se centraban en recibir un trato justo ante cualquier conflicto, obtener calificaciones que considerábamos justas y evitar exámenes sorpresa. Sin embargo, las cosas han cambiado. Hoy en día, nuestros temores son mayores, y los peligros dentro de las escuelas se han intensificado.

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En el desafío de garantizar y proteger a nuestros estudiantes contra cualquier forma de violencia, acoso o discriminación, ya sea física, verbal o psicológica, los docentes y el personal escolar merecen recibir la capacitación adecuada para identificar y abordar situaciones de riesgo. La prevención y una respuesta oportuna ante cualquier indicio de peligro pueden marcar la diferencia entre la vida y la muerte, y lamentablemente, hemos presenciado suficiente dolor y tragedia en nuestro entorno escolar.

Tanto la escuela como la sociedad en su conjunto deben evolucionar y fortalecerse. Es fundamental que cada padre y madre se sienta parte de una comunidad educativa comprometida, que constantemente esté desarrollando a acciones preventivas e identificando factores de riesgo psicosociales. Como sociedad, debemos devolver nuestra atención hacia las escuelas, participar de las reuniones y actividades, conocer a las personas que rodean a nuestros hijos e hijas, y ser conscientes de que todos somos responsables de su bienestar en cualquier lugar y ante cualquier situación.

Hablemos con nuestros hijos en un ambiente comprensivo, recordemos cómo fue ser adolescentes, mostremos empatía y estemos dispuestos a escuchar sin juzgar. Organicémonos como comunidad. El poder de una junta de vecinos organizada, vigilante, unida y con acceso a los medios de comunicación, incluso a través de un simple teléfono, puede lograr grandes cambios. Podemos denunciar y dar seguimiento a las autoridades, en definitiva, ¡hacer que nos escuchen!

Pero, sobre todo, no nos perdamos en nuestras propias preocupaciones. Nuestras niñas, niños y adolescentes nos necesitan. Estemos presentes, atentos y dispuestos a actuar en su protección y bienestar. Juntos, como comunidad, podemos construir entornos escolares seguros, inclusivos y respetuosos para todos.

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