La voluminosa suma que cotidianamente el Gobierno dominicano malgasta en promoverse supera lo que se pudiera pensar para de esa manera envolvernos en una esfera de confort que nos obliga a creer que estamos viviendo los mejores tiempos de la vida en un paraíso alejado de las epidemias, crisis económicas, la vida cara y del conflicto armado ruso-ucraniano que atemoriza al mundo.
Es una esfera de confort que tiene muchas fisuras y a cada momento se filtran sus deficiencias. Y pese a las redes sociales afines al Gobierno, salen a la realidad los errores que se cometen cotidianamente para evidenciar un deficiente aparato burocrático inexperto y carente del don de la eficiencia administrativa para hacerle frente a la dura tarea de gobernar un país pequeño como el nuestro pero de grandes demandas y exigencias del conglomerado humano nativo del país. Ahora es asediado por una invasión silente y de un fluir constante de los vecinos haitianos que en silencio se han ido aposentando en diversos lugares del Cibao y en la región Este del país.
El país ha avanzado en los últimos años. No tanto como proclaman los voceros del Gobierno y su recua de informadores comprados, pero no tan malo como lo pinta la rabiosa y vociferante oposición.
Los organismos internacionales para el control de las economías emergentes pero subdesarrolladas, se admiran del progreso que choca de frente con los agujeros de miseria existentes a orillas de los ríos Ozama e Isabela en Santo Domingo y del Yaque del Norte en Santiago.
Puede leer: A la memoria de Víctor Gómez Bergés
La miseria arropa a sectores conflictivos y llenos de precariedades que siguen golpeando la cara del desorden y subdesarrollo nacional. A cada momento sobresalen en una eventualidad atmosférica de grandes lluvias. Y eso que ya el entorno del río Ozama existen modernos asentamientos humanos con todo el confort moderno como nunca antes habían soñado esos moradores privilegiados apartados de la precariedad de la vida anterior. Ya no temen a la zozobra de las grandes crecientes del río peligrando sus vidas en un horrible estado de angustia y de pobreza.
Ellos no abandonaban sus escasas pertenencias ya que sabían que esas chozas serían saqueadas por los que iban a rescatarlos y lo dejaran a expensas de su reubicación para protección de sus vidas.
Ningún Gobierno dominicano de los pasados 60 años ha enfrentado con energía esos asentamientos ilegales. Son fruto de la desesperación humana que pretende ubicarse en sitios a la orilla de los ríos o de las carreteras donde aspiran a lograr un mejor nivel de vida distinto a lo que sufrían cuando vivían apartados en zonas rurales del país sin suficientes recursos para sobrevivir.
Ahora eso es lo que hacen los haitianos. Si es en la frontera se instalan en los lugares donde antes había un asentamiento de dominicanos ya abandonado por mejoría de los pobladores. Y si es la frontera esa mas notoria la situación se complica con las fechorías de los haitianos violando propiedades y llevándose las reses de propiedades cercanas a la frontera para Haití. Nuestro confort según el Gobierno esta en peligro por esa presencia cada vez mas notoria del éxodo haitiano hacia el oriente de la isla.