(segunda parte)
Los «estadios de esperanzas» que ha tenido la humanidad, tal como los ha compilado la educadora brasileña María Sirley Dos Santos, se han convertido en tangibles, posibles y, reales a través de los planes y programas que han buscado unir un pueblo, un país y al mundo para las reconstrucciones urgentes y necesarias tras conflictos bélicos, pandemias y depresiones económicas.
También, estos planes y programas han surgido entre colectivos que vislumbraron más y mejores oportunidades en cada palmo del Planeta. En el caso de la República Dominicana, la Historia oficial ha pasado por alto los planteamientos de las «sufragistas de vanguardia» –las que impulsaron el sufragio de las mujeres de 1942- ante la Nación que debía renacer tras la intervención estadounidense de 1916-1924, entre estos, la urgente protección de la niñez afectada por diversos virus que para ese entonces carecían de medidas efectivas de salud.
La autoría de estos planes se fragua en San Pedro de Macorís durante la década de 1920, ya que en esta provincia se estableció la sala de redacción de la revista Fémina, lugar donde se autoproclamaron ciudadanas Petronila Angélica Gómez Brea y Consuelo Montalvo de Frías, incluso antes de que la Constitución fuera modificada, y les reconociera sus derechos civiles y políticos.
Para 1923, la «estrategia esperanza» de la Maestra Normal y periodista Gómez Brea, tenía la certeza de que podríamos ser parte del «concierto de las grandes naciones» modernas «(…) fomentando la agricultura como verdadera base de la riqueza; favoreciendo las industrias nacionales como estímulo al trabajo que vigoriza y salva las naciones; estrechando en fin, cada vez más, los vínculos de la confraternidad para que reinando una paz profunda y bienhechora se verifique una saludable reparación político social». El basamento ideológico de este plan de reconstrucción lo situó en el ideario independentista de Juan Pablo Duarte.
Cuatro años después, en 1927, Montalvo de Frías relata una renovada «estrategia esperanza», situándose desde el affidamento en los ideales heroicos de María Trinidad Sánchez, puesto que su propuesta buscaba revolucionar el desconcierto existente por las pugnas políticas.
La ama de casa, feminista, escribe que el Plan para el rescate del país debía fundamentarse en la virtud de la caridad y, a través de ésta, se erigiría la defensa de la soberanía, el fomento de la industria y de los cultivos agrícolas, así como el control de las inmigraciones. Advertía la necesidad de una explotación minera que concediera contratos justos a las multinacionales. En este Plan se daría preponderancia a la instrucción, promoviendo su acceso gratuito para la infancia; formaría un cuerpo policial y controlaría la venta de alcohol.
Además, al publicar en Fémina las consideraciones emitidas por la feminista mexicana Elena Arizmendi, también en 1927, tanto la Maestra Normal como la ama de casa se unen a la RED de Mujeres Ibéricas e Hispanoamericanas que vislumbraban en la niñez tanto la necesidad de amparo y protección, como la de cultivar sus facultades para desarrollarse. Y, en las féminas, modernistas e independientes (es decir, feministas de vanguardia), las dadoras de la instrucción y guías para los gobiernos en los planes de protección.
Rescatar estas miradas es re-enfocar a la Historia oficial que las ha invisibilizado. Pues ahora, más que nunca, la «estrategia esperanza» debe dar total y completa atención y respuesta a la diversidad y a la diferencia de opiniones, acciones y AGENCIAS de los que habitamos el país y el mundo.