Las sociedades solo pueden ser construidas por sus élites. Desde esta perspectiva, es oportuna la declaración de los empresarios de la “Agrupación Patronal Haitiana”. Según Frantz Duval, redactor jefe de Le Nouvelliste, el más viejo e influyente periódico de Haití, esta nota es la primera de este tipo en la historia reciente del país.
La declaración ha recibido el apoyo del sector privado dominicano, en particular los empresarios de “Compromiso Santiago”, entre ellos Fernando Capellán, de Codevi (zona franca de Ouanaminthe que emplea a 20,000 haitianos), y la Cámara de Comercio Americana de la República Dominicana.
La nota de la “Agrupación Patronal” es un llamamiento al sector privado haitiano a respetar sus responsabilidades fiscales y legales, a erradicar el gangsterismo reforzando la policía de Haití, a la organización de elecciones creíbles y una reflexión sincera sobre las reglas del juego político y comercial en Haití. Este hermoso sueño solo puede hacerse realidad si y solo si el sector privado decide practicar la sinceridad y armarse de valor.
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¿Realmente querrán los empresarios haitianos pagar los impuestos?
Si Haití es el país más corrupto de América Latina y el Caribe, esta afirmación debe ir acompañada de un acto de contrición y de una profunda sinceridad, porque esta corrupción y, además, la captura del Estado provienen de una colusión entre los sectores público y privado. La corrupción está destruyendo el país en todos los aspectos. La crisis de los tipos de cambio, por ejemplo, es una consecuencia de ello.
La presión fiscal de Haití del 5.6% (contra 22% en América Latina), no sólo se debe a la presencia de bandas criminales, sino también a la evasión fiscal de los empresarios.
El resultado es un déficit presupuestario que hay que monetizar, lo que lleva a la inflación y, por tanto, a la depreciación del gourde (moneda nacional de Haití). Dicho sea de paso, la corrupción y la gangsterización de Haití son dos fenómenos estrechamente relacionados.
La corrupción en las aduanas sitúa a Haití en las antípodas de la tendencia mundial en materia de ingresos externos. De hecho, en general, en los países subdesarrollados como Haití, los ingresos aduaneros suelen representar una proporción muy elevada de los ingresos del Estado y a veces incluso superan los ingresos internos, cuya recaudación es muy costosa debido a las ineficiencias administrativas.
Sin embargo, en el año fiscal 2020-2021, por ejemplo, los ingresos aduaneros representaron sólo el 19% del total de los ingresos del gobierno, en comparación con el 38% de los ingresos internos, en marcado contraste con la tendencia mundial.
No hay duda de que la corrupción tiene mucho que ver con esto. A modo de ejemplo, Haití pierde 634 millones de dólares al año en el comercio con la República Dominicana que, a su vez, pierde 375 millones, según un estudio de 2019 del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS) de Estados Unidos.
Estos datos suscitan grandes dudas sobre la voluntad real del sector privado de honrar sus deudas con el Estado. Estas dudas las disipará el sector privado, solo al mostrar su sinceridad con acciones concretas y resultados convincentes.
Intención muy irrealista: erradicación de las bandas por la policía haitiana
El sector privado espera que el Estado dote a la policía de los medios necesarios para mantener el orden y erradicar las bandas. Si bien el papel de la policía es mantener el orden en cualquier sociedad, la tarea de erradicar las bandas está más allá de su capacidad. Lo atestiguan los cuantiosos fracasos sufridos por la policía en su lucha contra las bandas desde que cayeron agentes en Village de Dieu en Puerto Príncipe en marzo 2021.
Por ello, el sector privado debe armarse de valor y, sobre todo, de realismo para pedir a la comunidad internacional una intervención para hacerle frente al flagelo de la inseguridad.
Para ello, es necesario buscar el apoyo de otros sectores privados de la región para hacerle a Washington, ya que Haití no es una prioridad para la comunidad internacional, menos aún en el contexto global dominado por las tensiones entre los países de la Otan (especialmente Estados Unidos) y Rusia tras la invasión a Ucrania.
Además, según el sector privado, la dotación de la policía de los recursos necesarios para cumplir su misión presupone una “buena gestión de los fondos públicos” por parte del Estado.
Desde que organismos como Transparencia Internacional comenzaron a elaborar su informe en 1995, Haití ha sido calificado como el país más corrupto de América Latina y el Caribe. En aquella época, el Estado haitiano era extremadamente débil, pero seguía existiendo. Hoy, el Estado es simplemente inexistente. Una de las principales causas de su desaparición es que ha sido completamente carcomido por la corrupción.
La relación entre el gasto y la inversión de los gobiernos posteriores a 2010 se acerca a la de la gestión durante el golpe de Estado de 1991, lo que demuestra la institucionalización de la corrupción.
En estas condiciones, lo mínimo que se puede esperar del sector privado es su participación en la (re)construcción real y efectiva del Estado, y ello, por tres vías: 1) cumpliendo realmente con sus exigencias al Estado, es decir, renunciando al fraude fiscal y comercial; 2) dejando de financiar a los políticos corruptos e incompetentes; y 3) ayudando al surgimiento de una nueva clase política acompañando a los jóvenes serios y competentes que hayan demostrado una vocación social o política.
El papel del sector privado en la organización de elecciones creíbles
Después de la comunidad internacional, el sector privado me parece el actor más importante en las elecciones de Haití gracias a su apoyo financiero a los candidatos.
Desde luego, el grado de aceptación de un proceso electoral depende, en gran medida, de la voluntad del sector privado, que ha reconocido claramente en su nota que una condición sine qua non para esta aceptación es “la igualdad de condiciones para que todos los candidatos tengan las mismas oportunidades”.
La corrupción en el seno de la administración electoral y la financiación desproporcionada y oscura de los candidatos han sido una de las principales fuentes de crisis electorales en Haití. Desde esta perspectiva, el sector privado debe revisar a quiénes y cómo financiar en las elecciones.
Mejor aún, el sector privado está llamado a acompañar el surgimiento de verdaderos partidos políticos en Haití. Un país que tiene 100 o 200 partidos simplemente no tiene partidos políticos. Esto es sintomático de la ausencia de un verdadero liderazgo político, lo que hace difícil, si no imposible, la resolución de las crisis políticas.
Esta observación demuestra que Haití carece de “interés nacional”, expresión fundamental a la que se refiere la “Agrupación Patronal” al inicio de su nota. La construcción del interés nacional pasa por el trabajo coyuntural de resolución de la crisis, pero también y sobre todo la participación a largo plazo en la construcción de las élites.
Y el sector privado debe desempeñar un papel predominante en ello. “A quien se le ha dado mucho, se le exigirá mucho”, como dice el Evangelio