En República Dominicana, igual que en otros países del mundo, activos intangibles como la reputación, la credibilidad, la confianza, el permiso social y la imagen pública de muchas empresas y marcas comerciales y corporativas, se han deteriorado como consecuencia de las malas decisiones y actuaciones protagonizadas por los directivos y ejecutivos de éstas. Dicho de otra manera, el comportamiento ilícito de viejos y jóvenes empresarios, ha impactado negativamente la práctica corporativa en el ámbito
dominicano.
Reconocidos estudiosos de la evolución y el comportamiento de las organizaciones, coinciden en señalar que las empresas deben exhibir una conducta ética y socialmente responsable. Sin embargo, en el caso específico de República Dominicana, en los últimos días, se han visto y escuchado nombres de empresas, así como de viejos y jóvenes empresarios vinculados a actividades ilícitas. Parecería que en la sociedad
dominicana, las buenas prácticas empresariales son más espuma que chocolate. La extraña conducta empresarial dominicana, tiene más de rentista que de reformista y desarrollista.
En el ámbito corporativo actual, es mucho lo que se ha hablado acerca del alto valor agregado que tienen la identidad, la filosofía, la cultura, los principios y valores para el buen desempeño de las empresas. La participación directa e indirecta de empresas y empresarios dominicanos en casos recientes de sobornos y corrupción, ponen entre dicho la calidad, la pertinencia y la sostenibilidad de la toma de decisiones en las estructuras de gobernanza de dichas entidades productivas. Como reza el refrán, entre lo dicho y lo hecho por las empresas y los empresarios dominicanos, hay un gran trecho.
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A juzgar por los hechos recientes, la conducta empresarial dominicana no anda por buenos caminos. Por ejemplo, en la mayoría de los casos de corrupción, lavado, soborno, y de narcotráfico, investigados por la Procuraduría Especializada de Persecución de la Corrupción Administrativa (PEPCA), órgano de la Procuraduría General de la República, siempre aparecen empresas, viejos y jóvenes empresarios.
Predicar con el ejemplo no es tan sencillo como aparenta. Está más que claro, a la élite empresarial dominicana le fascina comprar y cobrar favores a los líderes políticos.
Érase una vez, la élite empresarial dominicana se conformaba con apoyar económicamente a determinados aspirantes a ser presidentes de la República Dominicana, con el propósito deliberado de obtener una cuota de poder político. En cambio, años después, su angurria, su ambición sin límites y su evidente inclinación hacia la renta, cada vez los acercan más al ámbito gubernamental. La ineficiente
gobernanza en muchas empresas dominicanas, ha estado provocando que algunos de sus directivos, ejecutivos y gerentes, hoy formen parte de los casos que maneja la PEPCA: Odebrecht, Super Tucano, Operación Coral 5-G, Anti-Pulpo, Medusa, Operación 13, entre otras malas prácticas.
Igual que el caballo cochero, al que por un asunto de seguridad se le induce mirar hacia delante, la extraña conducta empresarial dominicana se caracteriza por centrarse solo en la acumulación de riquezas materiales, útiles para satisfacer los gustos, deseos y necesidades de quienes se consideran dueños absolutos de los medios, el capital y de la fuerza de trabajo. Tanto las empresas como los empresarios, deberían comportarse como sujetos económicos y sociales. Sin duda alguna, la conducta que exhiben empresas y empresarios dominicanos, es similar a la que describen los autores del libro negro de las marcas, señores Klaus Werner y Hans Weiss.
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“¿Cuántas de nuestras marcas preferidas basan sus ganancias en la corrupción , el trabajo infantil, la destrucción del medioambiente o el maltrato de animales? Cada vez son más las grandes empresas que trasladan sus fábricas allí donde pueden aprovechar condiciones inhumanas de trabajo, que se benefician desvergonzadamente de crisis económicas y conflictos armados, que toleran la tortura y la esclavitud y que transgreden la ley para poder vender bienes probadamente dañinos”. (El libro negro de las marcas, Klaus Werner y Hans Weiss, 2001).
¿Están las empresas y los empresarios dominicanos aptos para asumir los retos y desafíos derivados de la cuarta revolución industrial? La buena práctica empresarial no viola los derechos de los trabajadores, no irrespeta las leyes, asume responsabilidad social. En síntesis, la buena gobernanza empresarial garantiza un ambiente productivo justo y transparente, en el que todos puedan ser responsabilizados por sus acciones. Por otro lado, la gobernanza negativa lleva al desperdicio, a la mala administración, a la
corrupción, así como al debilitamiento del capital reputacional y de la imagen pública.
Es obvio, en la conducta empresarial dominicana se observan determinadas acciones y actitudes muy distantes de las características que rodean al micro y macroentorno actual. A la élite empresarial dominicana poco le importa el bienestar de quienes les ayudan a general riqueza, los trabajadores. En la conducta empresarial dominicana, la innovación no es prioridad. La presencia de la élite empresarial criolla en las entidades tripartitas, se centra en defender solo sus abundantes intereses.
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Para muestra, basta un botón ¿Cuál ha sido la conducta asumida por los empresarios dominicanos, con respecto a la calidad y sostenibilidad de la seguridad social? ¿Qué tipo de Código Laboral quieren los empresarios? ¿Cuál es la mirada de los empresarios dominicanos en torno a la política? ¿Qué tipo de relación quieren los empresarios con el Estado dominicano? ¿Qué concepción tienen los empresarios del patrimonio público? ¿Cuáles aportes significativos ha hecho el empresariado al modelo de desarrollo de la República Dominicana? ¿Cuál tipo de dialogo social promueve la élite empresarial? ¿Por qué tantas empresas y empresarios en los casos de la PEPCA?.
La presencia de 22 empresas en el caso Medusa, imputadas por montarse en la ola del soborno en el ámbito gubernamental, pone entredicho la reputación, la credibilidad, la confianza, la ética y la imagen pública de los actores que interactúan en el ecosistema corporativo dominicano. En la conducta empresarial dominicana, igual que en la de los políticos, subyacen la corrupción, la impunidad y la intensión deliberada de hacer lo incorrecto. Entonces, se puede concluir en que la supuesta y cacareada responsabilidad social que practican las empresas, en diferentes áreas sociales del territorio nacional, es
más espuma que chocolate. En pocas palabras, es puro teatro.