Aunque cueste trabajo aceptarlo, el transfuguismo es un acto de desprecio, traición y oportunismo de algunos miembros notables o dirigentes de organizaciones políticas que se da con frecuencia en países como el nuestro, pero nuestro relato es diferente.
Imaginemos un país en cualquier hemisferio que se caracteriza por un régimen político denominado “verdocracia”, con una ciudadanía amante del color verde de las plantas que purifican el aire, dan frutos y sombras de enormes beneficios para la humanidad y sobre todo con una fortísima cultura y devoción por la verdad (verde y verdad juntos son “verdocracia”).
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En este imaginario país un periodista pregunta a un tránsfuga político la razón de su deserción y él, sin titubeos, le responde: me fui del partido porque a otros compañeros, menos meritorios que yo, les dieron cargos y nombramientos donde se puede robar y a mí no me asignaron nada; esa es la verdad; no se trata de inconformidad con principios e ideologías; es que no me pusieron donde pudiera “guisar” y “comer con grasa”.