La vida también se acompaña de adversidades. Pero nos agradan los momentos felices. Saboreamos los éxitos, nos acostumbramos al confort y a las gratificaciones inmediatas. ¿A quien no le gusta ganar o fluir y reír en la racha de la buena suerte? La posmodernidad nos ayuda a recomenzar la vida a través de la conquista del placer, la adoración del cuerpo y la vanidad sin límite; la vía para su alcance, el consumo, el dinero, el crédito, darse el permiso y vivir el entretenimiento.
La felicidad está de moda. Todos la deseamos y hasta creemos que la hemos logrado. Confundimos momentos felices con la felicidad; así como se confunde sexo con sexualidad, bienestar con tener, paz con dormir y éxito con logros materiales.
Esa nueva filosofía de la felicidad positiva, del placer y del goce ha confundido a millones de personas que necesitan tener tantas cosas para sentirse bien, pero horas después, el impulso se desvanece y vuelven las mismas dudas, la ansiedad, la insatisfacción y las mismas preguntas.
Por más que las personas se distraigan buscando el verdadero contenido que satisfaga sus vidas, piensan en lo material: en los viajes, la ropa, los encuentros, la comida, el dinero, el placer a lo máximo y vivir el perfil del éxito personal. Sin embargo, esa conquista por el parecer no representa el asumir el ser; vivir la propia identidad construida, el sentido de la utilidad, de vida y de transcendencia. El cerebro funciona con estímulos y gratificaciones, con enseñanza y aprendizaje. Pero la cultura, las actitudes emocionales positivas, el altruismo y el amor por la vida y por las personas hacen la diferencia. El asumir una identidad, con sana autoestima, con conciencia emocional y social fortalece la existencia y, pasa a la fortaleza del yo y de la satisfacción de vivir, el cómo se vive y el para qué se vive.
El autoengaño de la felicidad a travéz de una droga, de un placer desmedido, de un comportamiento de resultados riesgosos, tampoco es felicidad. Es que la felicidad es un tema complejo, no consensuado, pero asimilado desde el concepto filosófico, antropológico, sociológico y psicológico.
Esa felicidad positiva tiene una mirada diferente desde la adversidad. A pesar del dolor o el sufrimiento, de las limitaciones y desde los obstáculos; pero también, a pesar de la enfermedad, de las circunstancias y de las frustraciones y fracasos. La pregunta sería: ¿se puede ser feliz desde la pobreza o desde la falta del bienestar? La dopamina, las endorfinas, las catecolaminas y glutamato, también existen en el cerebro de los pobres, o de las personas que viven desigualdades.
Pero el estímulo de querer cambiar las cosas, de luchar por la vida, la equidad, los derechos y la dignidad, favorecen la estimulación química, la motivación y las razones existenciales.
Ese encuentro consigo mismo, esa actitud y esa bondad en los sentimientos hacen que las personas logren felicidad a pesar de todo. La clave es mantener el equilibrio, la reciprocidad, la compasión y el altruismo personal y social; debido a que no se construye felicidad desde el egocentrismo, la mezquindad, desde el odio, el narcisismo y la maledicencia.
El bienestar en la felicidad puede ir desde la calidad de vida, hasta la satisfacción por el logro, y la superación de las adversidades. Aprendiendo a mirar hacia el pasado, pero viviendo el presente y construyendo el futuro. La fortaleza de la felicidad está en tener respuesta a la infelicidad, a las huellas somáticas del pasado, a los traumas, y duelos de la vida. Se puede ser feliz y tener actitudes positivas que nos refuerza la felicidad a pesar de todo; para sonreír, servir, dar lo mejor de sí, proporcionar la oportunidad de los demás y practicar la beneficencia humana, no hace daño. Las personas en felicidad no hacen daño, no generan traumas, no reproducen dolor ni ponen a los demás en riesgo.
A pesar de todo se puede vivir la felicidad, desde la espiritualidad, desde el trabajo, la familia, lo social, la política, la cultura, el deporte, los amigos, etc. Busque y construya su felicidad a pesar de todo, es un derecho que se asume desde las actitudes emocionales positivas, de la cultura del buen trato y desde la virtud de la reciprocidad y la beneficencia.