“Los hombres olvidan siempre que la felicidad humana
es una disposición de la mente y no una condición de las circunstancias”.
John Locke.
Hace unos días, un amigo me dijo que hace un tiempo se sentía vacío, frustrado, solo y resentido. ¿Qué pasa con nosotros cuando la felicidad nos deja?¿Podemos “perder” la felicidad? El pensador griego Parménides dijo: “El Ser es, el no Ser no Es”. Para él, el Ser no cambia porque es el principio que da origen a todo nuestro contenido. El Ser no puede ser feliz o infeliz, porque es inmutable, único, eterno e indivisible.
El pensamiento que Parménides expresa supone una distinción entre el Ser que es y el Ser que no es. En otros modelos podemos verlo como la vieja consciencia que se limita a lo que percibe por vía de los sentidos, y que se identifica con la realidad material, y la nueva consciencia que surge cuando reconocemos la vida en el espíritu y vemos las cosas como pueden ser y no como son.
Cuando estamos identificados con el Ser auténtico (el Ser que es) todo nos pertenece y no somos dueños de nada. Esta es la visión de la vida que aprendí con mis maestros chamanes, una que nos sintoniza con la felicidad y la serenidad que no se pierden con las circunstancias que vivimos.
El Filósofo francés Voltaire dijo: “Buscamos la felicidad, pero sin saber dónde, como los borrachos buscan su casa, sabiendo que tienen una”. La imagen de esta frase es simpática, pero la vivencia es de una total confusión, indefensión y desorientación. ¿Sería esto lo que le pasó a mi amigo? Cuando creemos en la felicidad como algo que encontramos, iniciamos un camino que nos lleva hacia afuera de nosotros mismos y nos perdemos en los demás. De este modo, la frustración aumenta y el malestar se acrecienta.
Es un hecho comprobado que todo el universo está formado de energía. La física cuántica ha demostrado que la realidad que vivimos es una creación nuestra, es nuestro propio sueño.
La noción de que un objeto tiene una posición, masa o velocidad es el resultado de una percepción falsa. En la dimensión espiritual (energía pura), no hay espacio ni tiempo. En otras palabras, no hay posibilidad de estar separados. Cuando necesitamos, extrañamos o anhelamos a alguien o a algo sencillamente estamos vibrando muy bajo.
Si todo es energía, y esta energía tiene una densidad diferente de acuerdo a su frecuencia vibratoria, la respuesta más sana que podemos dar cuando estamos experimentando estados de no-felicidad, es aumentar nuestra vibración para “crear” otra realidad, en vez de “buscar” alcanzar aquello que necesitamos, queremos o extrañamos.
El único poder real que tenemos es cambiar nuestros pensamientos. Los pensamientos son una clase relativamente ligera, sutil y veloz de energía que cambia con facilidad. Al orar, meditar, agradecer, contemplar la naturaleza o estar en un lugar sagrado, nuestra vibración aumenta y podemos experimentar estados de felicidad.
La felicidad muestra un estado de consciencia y la no-felicidad muestra un estado de inconsciencia. La felicidad es el estado natural de quien está despierto. John Locke dijo: “Los hombres olvidan siempre que la felicidad humana es una disposición de la mente y no una condición de las circunstancias”.
El placer es fisiológico y nos conecta con nuestras emociones, pero no puede relacionarnos con nuestros sentimientos. Su existencia es dependiente, y todo lo que depende de algo exterior supone esclavitud. El placer depende de los demás, de lo que se encuentra afuera, la felicidad no.
El poeta argentino Jorge Luis Borges, uno de los autores más destacados del siglo XX dijo: “He cometido el peor pecado que uno puede cometer. No he sido feliz”. Las personas felices son auto-dependientes, reconocen los recursos que tienen para satisfacer sus propias necesidades.
Cuando somos auto-dependientes, la atención va hacia el interior de nosotros mismos, por lo que no necesitamos que suceda algo o que alguien esté presente para ser felices. Héctor Pereyra, un ilustre hombre que tuve la dicha de tener por padre, siempre me recordaba la frase de Thomas Chalmers: “La dicha de la vida consiste en tener siempre algo que hacer, alguien a quien amar y alguna cosa que esperar”. Sigo tus consejos papá…