Aquella asamblea de la selva había sido muy esperada. Todo fue preparado al detalle. No faltaba nada ni nadie. Todos sentados en butacas individuales. En la entrada había café caliente con o sin leche, azúcar blanco, morena y edulcorantes.
La gruesa voz del león anunció el inicio de las actividades. A lo lejos se escuchaban sonidos como del rítmico golpeteo de los cueros del atabal o de truenos. No se veía el culebreo de los rayos. De pronto, el león anuncia que someterá una importante moción para dirimir, de una vez y para siempre, un asunto que preocupaba a la comunidad de la selva.
Toma un jarro de fina cerámica china de la dinastía que gobernó entre los años MD y MC a. c y dijo con su gruesa voz de locutor de noticias del siglo XIX: cuando el rey tiene sed, el más feo busca el agua.
Ejecutando una cabriola aprendida en los circos que recorrían Europa en los cálidos veranos antes del siglo XX, el más ágil de los monos dijo resueltamente con voz decidida y firme: no señor, yo no voy.
Desde la primera invasión de la parte oeste de la isla de la Hispaniola, ejecutada por bucaneros que se asentaron en la zona, comenzaron los problemas que aún sufrimos porque nunca hubo atención a los límites creados por el abandono de parte de las autoridades de la colonia española.
Invasiones armadas, ocupación de la parte este de la isla, robos, abusos, diabluras y tropas que, derrotadas, procedían a cometer genocidio asesinando a poblaciones enteras en su retirada.
Rechazados y derrotados militarmente, la política de conquista y ocupación de la hoy República Dominicana ha sido continuada, de manera subrepticia, cada cierto tiempo. Desde intentar imponernos cuotas del pago que exigía Francia para resarcir las pérdidas de sus colonos esclavistas para reconocer la independencia haitiana, a negociar los límites fronterizos y burlar los hitos que delimitan la soberanía de uno y otro país, hasta su alianza malsana con los países esclavistas de ayer, para intentar adueñarse de la República Dominicana, fuerzan una ocupación pacífica que nos tiene hasta las narices. Haití empuja, invade, abusa, se tira a muerto y sopla, como el ratón para que no se sienta su labor de zapa.
Se burlan de las necesidades de su pueblo al impedir el comercio bilateral de artículos agropecuarios e industriales que no son capaces de producir en cantidades suficientes.
Rechazaron la presencia de soldados dominicanos que custodiaban los alimentos, medicinas y ropas que envió el gobernó nacional, y luego asaltaron los depósitos y robaron su contenido.
Desarman militares dominicanos en la frontera y ahora asesinaron a un capitán del Ejército, dicen que los matadores eran haitianos, no lo dudo.