Al hecho de que República Dominicana se destaque en el exterior por excesivas nóminas en embajadas y consulados, algo muchas veces puesto de relieve sin que aparezca alguien que le ponga el cascabel al gato, se suma lo expuesto por el congresista estadounidense de ascendencia criolla Adriano Espaillat, en el sentido de que este país caribeño, atrapado en urgencias por captar más impuestos, remunera excesivamente a muchos de sus diplomáticos.
Ya de viejo permanece un personal estatal dominicano en Norteamérica, ante la ONU y la OEA, que sobrepasa a los de potencias mundiales. Una exageración que pone al erario a sustentar funciones en dólares que hacen demasiado costoso estrechar lazos con otros gobiernos y organismos multilaterales.
Sabiéndose además que las legaciones dominicanas prestan servicios a compatriotas que permanentemente se quejan de estar sometidos a tarifas excesivas. Ningún otro Estado latinoamericano se comporta de esa manera al cobrar por atenciones burocráticas a sus emigrados. México, el de la mayor diáspora, no incurre en eso.
Los estipendios a embajadores, cónsules, vicecónsules supernumerarios, agregados, consejeros y auxiliares -no siempre reconocidos por los Estados a que han sido destinados- tienen por las alturas un gasto que supera la realidad de un país dependiente de endeudamientos internos y externos hasta para pagar las deudas que envejecen.
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