La gran paradoja: la democracia clientelista dominicana

La gran paradoja: la democracia clientelista dominicana

Por: Ramonina Brea

El libro La política del poder, que lleva por subtítulo La crisis de la democracia dominicana en el siglo XXI, de Wilfredo Lozano (FLACSO, Santo Domingo, 2023) es un acucioso y documentado estudio acerca del cambio político relativo a la construcción de la democracia. Muy particularmente de la fase denominada “la consolidación de la democracia”, realizada, según demuestra el autor, por la vía conservadora y con un sesgo autoritario y la misma se inició en el 1994, tras el fraude y la crisis electoral.

El enfoque utilizado para abordar los rasgos y vicisitudes del proceso de democratización ofrece una doble mirada. Los fenómenos políticos son estudiados de manera dinámica, para lo cual se registra el detalle de sus modificaciones según los ciclos políticos, los actores, las situaciones, relaciones de fuerzas, según sean los efectos disonantes o propiciadores del fortalecimiento de la democracia. E igualmente, con otra mirada, mediante una argumentación razonada, se colocan los hechos estudiados en el ámbito de un sistema o, si se quiere, de una estructura, como rasgos de la actual democracia dominicana. Es decir, el análisis se mueve cómodamente entre historia y estructura, o si se quiere entre historia y sistema.

Aunque se podría poner reparos a cualquier periodización del proceso de democratización (sea la etapa de transición, la de consolidación democrática o los ciclos políticos), metodológicamente las periodizaciones facilitan la caracterización de lo estudiado, en este caso del cambio democrático. De la amplitud y diversidad de los temas abordados en el libro interesa en este momento aportar una visión, aunque sea fugaz, de aquellos puntos que podrían ser más pertinentes acerca de la manera en que se ha realizado la consolidación democrática y que el autor denomina el ciclo corporativo-clientelar que discurre desde 1996 hasta el 2016, año en el que finaliza su análisis.

Los primeros puntos que mencionaré son el del manejo patrimonial del Estado, así como la extensa clientelización de la política. A lo cual se une otro de los rasgos como el de la autonomización del poder político con respecto al poder económico empresarial, y de mi parte añadiría, del entorno social, en un horizonte de escaso fortalecimiento institucional del control de la gestión de los fondos públicos. La autonomización del poder político del poder empresarial probablemente tuvo como ambiente propicio los efectos de la globalización y la estructuración económica en la cual los elementos dinámicos se localizan, menos que en las manos del empresariado dominicano, tienen su centro de adopción de decisiones fuera del país: las zonas francas, la minería, el turismo, las telecomunicaciones y las remesas.

El autor también realza el creciente corporativismo partidario del partido de Gobierno de ese entonces (el PLD) y la impronta del faccionalismo partidario, anteriormente con el predominio en un solo partido (el PRD), y ya en el 2016 en el sistema de partidos. La consolidación democrática discurre, pues, como muestra el libro, por la vía conservadora en un entorno de débil institucionalidad democrática, de fragmentación de la sociedad civil, con una tradición autoritaria en el sistema político y la cultura, un acentuado presidencialismo y, además, se conecta con una débil ciudadanía, una democracia delegativa y una frágil construcción del Estado de derecho.

Ahora bien, el núcleo que el autor considera como los aspectos críticos en esta fase de la consolidación de la democracia son el manejo patrimonialista de los recursos estatales por parte de las élites políticas, el arraigo del faccionalismo partidario que aleja al partido político de sus bases y de la sociedad y, el tercer elemento es la extensión de la clientelización de la política, la cual posibilita la legitimación y construcción de lealtades. El análisis realizado sobre el discurrir de la democratización muestra que esos tres elementos se encuentran mutuamente entrelazados e implicados y constituyen un nudo gordiano, el cual no puede desatarse con un tajo en el nudo como la leyenda informa que hizo Alejandro Magno.

Basado en todos los rasgos enunciados, el autor ha denominado al modelo de la consolidación democrática de ascendiente conservador, mediante un oxímoron o, acaso, un término paradójico que, por tanto, lo rebosa con mayor contenido: como una democracia clientelar.

Como este libro tiene una pluralidad de temas y de interesantes reflexiones que no se pueden abarcar en un breve comentario, me dedicaré a realzar el estudio que se realiza sobre el clientelismo generalizado. Wilfredo Lozano tiene el acierto de consignar la generalización del clientelismo en la política como un fenómeno surgido hace unas décadas y, además, estudiar sus efectos palpables de control social y legitimación del régimen político, de reducción del potencial movilizador en torno a demandas sociales y de ampliación de los derechos sociales y, por supuesto, de la procura y canalización de los votos de las personas favorecidas y, acaso, del arrastre de una parte de sus familiares.

Uno de los factores de esta generalización de la clientelización sería el siguiente: Tras la muerte de sus líderes históricos, los tres partidos que se han turnado en el poder, además del vaciamiento ideológico, han dado un giro para instalar al interior de ellos, se lee en el trabajo, modelos organizativos hacia la clientelización de la actividad política frente a las elecciones. Y para el autor, la actividad clientelar se potencializa en la actividad de las facciones, cuyos activistas están diseminados en los confines del territorio nacional.

Antes de proseguir el hilo de los planteamientos del autor, vale realizar varias precisiones. Uno podría preguntarse por qué consignar como una novedad la generalización del clientelismo político, si en la política partidaria electoral se ha caracterizado por prácticas clientelares. Ciertamente, a cambio de adhesión, votos y lealtades, frecuentemente los políticos, con la mediación de una red de activistas, funcionarios y dirigentes locales, atribuyen bienes, dinero, servicios públicos, favores, empleos a costa del Estado o de las donaciones o subvenciones al partido o a su candidatura. Como es propio de la relación clientelar, los mediadores y la clientela establecen una relación asimétrica y personal con elementos de agradecimiento y de obligaciones recíprocas difusas, así como actitudes de confianza, pero en un extremo, si hay necesidad, se recurre a la coacción y amenazas veladas. Como es sabido, estas redes clientelistas se despliegan conforme a la memoria, tradiciones, valores, actitudes y prácticas enraizadas en la cultura política dominicana y actualizadas constantemente. Incluso, hay autores que consideran que, desde el punto de vista de la clientela formada por la población más vulnerable, las redes clientelares son vistas y asimiladas como redes de soluciones de problemas, lo cual, añaden, permite comprender, desde otro punto de vista, el fenómeno del clientelismo y su arraigo en los sectores más pauperizados.

Es ampliamente admitido por los estudiosos que, del sistema de políticas sociales de América Latina, las políticas asistenciales son las más susceptibles y fructíferas para la incursión del clientelismo. En los años noventa, con los problemas económicos y bajo el impacto del neoliberalismo, se produjo el debilitamiento del mercado del trabajo formal, la flexibilización, precarización e informalización del trabajo y se operó una disolución de la incidencia de los otrora grupos organizados, como los sindicatos, las organizaciones populares y profesionales.

En América Latina, se fueron instalando políticas neoliberales de asistencia social de un mismo corte, muchas de ellas promovidas desde el exterior.

En este ambiente de laxitud de las presiones de grupos organizados para el fortalecimiento de políticas sociales universales propias a los derechos y al bienestar social de grupos, se multiplicaron en algunos países de América Latina los programas asistenciales neoliberales de focalización de la pobreza. Y se cuenta con interesantes estudios de la incrustación del clientelismo en ese tipo de programas en países como México, Argentina, Perú y otros.

Es tiempo de retomar el hilo de los planteamientos del autor, quien sostiene que desde el primer Gobierno del PLD (1996-2000) se generaliza el clientelismo en la política dominicana, sobre todo gracias a un sistema moderno y eficiente de políticas públicas asistencialistas con la instalación de los programas focales orientados a los pobres y la proliferación de instrumentos o tarjetas de subsidios sociales focalizados a la población más necesitada. Y así, según el autor, esa generalización del clientelismo en la política dominicana se convierte en el principal mecanismo por medio del cual se articula la construcción de la legitimidad del régimen político y al mismo tiempo, un moderno sistema de control.

Lozano señala tres de las vías importantes para la generalización del clientelismo: 1º. Las nominillas y luego los empleos públicos a los miembros y activistas del partido; 2º. Los programas de focalización a los pobres con sus múltiples tarjetas de subsidios sociales focalizados y su incidencia en la población vulnerable albergando a una mayoría de beneficiarios proclives al PLD y, 3º. El modelo clientelar y hasta venal instalado en los partidos para captar los votos.

Al manejo patrimonialista de los recursos estatales para maniobras clientelares como empleo y dinero, se le añaden las cantidades exorbitantes de la subvención estatal a los partidos, de los cuales una parte se canaliza a las acciones clientelares. Los mecanismos institucionales de control del gasto presupuestal y del régimen de consecuencia, que nunca habían sido eficaces, no cumplen su función frente a los manejos clientelares y de la amplia corrupción. Las facciones políticas se activan con prácticas clientelares para la celebración de elecciones, y como señala el estudio se produce un distanciamiento de los partidos con la sociedad civil y con el entorno social.

Esta amplia extensión del clientelismo proyecta una desinstitucionalización y un efecto de obstaculización de la construcción de ciudadanía, ya que, como se sabe, el cientelismo como relación de subordinación produce individuos sin verdadera autonomía para adoptar decisiones políticas, y a la vez, son expositores de la aguda desigualdad social y de las serias dificultades del Estado para expandir políticas sociales incluyentes de calidad.

El último capítulo reintroduce el subtítulo del libro:“La democracia clientelar y su crisis”. Y aunque el autor no lo afirma abiertamente, cabe una advertencia a los que se decidan por la deducción, a partir del título del mencionado capítulo, de que estarían en crisis las extendidas prácticas clientelares que articulan formas de legitimación y de las formas de hacer política. El autor escribe “la experiencia electoral de 2016 mostró claramente la entrada en crisis de un modelo político precisamente caracterizado por la extensión del clientelismo y la extrema concentración del poder en la instancia ejecutiva del Estado”. (p.125) No obstante, de inmediato le asalta una duda a lo antes dicho: “Sin embargo, esto no necesariamente indicaría una presión contra la clientelización de la política, bien podría ser lo contrario”. (p.125) En mi visión, en lugar de una ligera duda es la de una certeza de que las bases del clientelismo extendido no están disipadas. A pesar de las políticas sociales universales desarrolladas desde el 2020, tales como el aumento salarial o un mayor acceso al seguro de salud, la política asistencialista que alberga el clientelismo de tipo moderno sigue enraizada y hasta ampliada, y por consiguiente, no es posible concluir en la existencia de una crisis de la democracia clientelar.

Para culminar, queda abierta la interrogante del autor de que a pesar de todos los elementos trabajados en el libro que obstaculizan la ampliación, consolidación e institucionalización democráticas, y a diferencia de entorno latinoamericano, ¿cómo es posible que este régimen democrático clientelar, frágil y poco consolidado no haya sucumbido o disminuido abruptamente frente a todos los riegos que atraviesa? Este último capítulo del libro contiene una riqueza de reflexiones sobre la caracterización de nuestra frágil democracia actual, sus tensiones y riesgos, pero también es necesario pensar en sus apuestas y posibilidades.

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